"Los inicios. Parte 1."

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"Siempre te llevare en mi corazón. - "

Disfruten.

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Felipe de Micenas era por mucho el mejor diseñador del imperio: los atuendos que había hecho para Aristóteles y Cuauhtémoc en su coronación como Emperador, habían sido todo un éxito, marcando una nueva tendencia de vestir en Freya, pero lo que tenía de talento, lo tenía de obsesivo. Ahora su nueva meta era vestirlos para la boda imperial, su majestad Aristóteles era fácil, entre menos vistiera mejor se vería, el reto era el Omega.

- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyy nooooooooooooooooooo! - Grito de nuevo el próximo Emperador Consorte cuando le arrebataron el frasco de galletas de nuez y chocolate que sostenía entre sus pequeñas manos, justo ese frasco había servido como anzuelo para traerlo hasta la sala donde estaban. - ¡SUELTELO DE UNA MALDITA VEZ, EXCELENCIA! - Exclamó desesperado Felipe, sorprendido por la fuerza bruta de ese pequeño Omega.

- ¡Mis galletas, mis preciosas galletas! ¿¡que les he hecho yo para que me hagan esto?! ¿Acaso fui malo alguna vez? - Dijo el Trono de las Almas mientras se tiraba de manera dramática al suelo, haciendo pucheros y tocándose el corazón a través de la ropa. - ¡No, no, no! No llore su Excelencia, si llora atraerá a su Majestad y nadie en esta sala saldrá vivo, si cree que lo lastimamos. - Temo, como era llamado por la mayor parte de las personas que lo conocían, los miró con frialdad y hasta malicia.

-¡QUE VENGA! ¡AAAAR... mmmph...! - Felipe tapo la boca del Omega con sus manos mirando desesperado a sus asistentes clamando ayuda, solo se le ocurrió decirle lo que planeaba y como ese frasco había sido su última opción. - ¡Escuche, escuche! Hemos tratado de reunirnos con usted durante días, pero siempre nos dicen que no está o que está ocupado, las galletas son suyas, solo por favor, déjenos tomarle medidas y hacer algunas notas para su traje de bodas. - De inmediato Temo se relajó y el líbero poco a poco su boca de entre sus manos para dejarlo hablar.

-¡Ay! Haberlo dicho antes; ven, me quitaré la ropa para ti, toma tus medidas y saca tus notas, pero me quedare con ese frasco completo y cada vez que requieras algo de mi me traeras más, ¿de acuerdo? - Tomando su mano como si no hubiese pasado nada; fue guiado por el pequeño Omega hacía el centro de la habitación, donde fiel a su palabra se despojó de su ropa, quedando solo con lo necesario para cubrir sus partes íntimas.

Tuvo que dar un trago duro de saliva para poder recomponerse; pues a pesar de ser un Omega, la visión ante él era gloriosa, el próximo emperador consorte brillaba con su propia luz, opacando al del resto de la habitación. Por curiosidad pasó sus dedos por su pálida espalda, solo para constatar que, en efecto, su piel era tan suave y tersa como se veía, se sorprendió de que está no se deshiciera bajo sus dedos.

-Como un consejo personal de Omega a Omega; te recomiendo no hacer eso cuando Ari esté presente, o jamás encontraran tus restos, él es algo posesivo, ahora Felipe, acabemos con esto, que de verdad he estado ocupado. - El cambio de tono y de actitud en Cuauhtémoc le mostró que no era una persona infantil todo el tiempo, además de demostrarle que no era un bonito adorno del palacio.

Felipe sonrió complacido; no solo sería la primera vez que vestiría a un emperador consorte para su boda, sino que algo le decía que estaba vistiendo al más grande gobernante de la historia. - Bien Alteza; no tardare mucho, mientras tanto, ¿dígame? ¿Ya pensó en algo para su boda? - Nuevamente la expresión del pequeño Omega volvió a ser una infantil, alejada del semblante serio y sombrío se hacía algunos instantes.

-¡Ooooh! ¡Si! Tengo todo bajo control, sí, eso... ya sabes, la música, el baile, la bebida y esas cosas que daremos como recuerdos... - En cuanto comenzó a hablar sin sentido; Felipe cayó en cuenta que no tenía ni idea de por dónde empezar, lo cual era raro, usualmente todos los Omegas soñaban con casarse.

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