7. Renunciar a la intimidad

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Le temblaban las manos. Intentó relajarse colocando las palmas sobre la superficie plana del escritorio y respirando hondo, pero era imposible. Sintió un apretón en la tripa y creyó que vomitaría sobre el ordenador portátil.

Quería llamar a Kao y decirle que necesitaba que estuviera allí en ese mismísimo instante. Pero no podía hacerlo porque el chico estaba ocupado fingiendo que trabajaba y que no era un acomodado cabrón que tenía un hermano demasiado inteligente y un montón de gente a sus órdenes que hacía todo por él.

Suspiró y se echó el pelo hacia atrás con las dos manos. Escuchaba la televisión al fondo del pasillo, pero estaba aterrorizado de salir porque el rey de la casa se daría cuenta de que pasaba algo en el mismo instante en el que le mirase.

Así que le mandó un mensaje a Ohm.

Volvió a abrir el correo electrónico que había recibido y lo releyó detenidamente, con mucho cuidado, unas cuatro veces más. Sus manos seguían temblando y la sensación de náusea volvió a subir por su garganta.

¿Cómo podría ser real? ¿Cómo era posible que ese correo electrónico, que esos documentos adjuntos, fueran reales? Era una puta locura, sobre todo porque no hacía más que cuatro meses que Noppanut había llegado a casa. Jesucristo.

Llamaron al timbre de la puerta principal y se levantó para salir del despacho. Al fondo del pasillo, Boun asomó la cabeza.

—Es Ohm —le dijo. Pero no hacía falta porque Sun ya ladraba tras la madera.

Abrió la puerta y el perro tiró del amo, mientras Boun corría por el pasillo hacia ellos con una preciosa sonrisa de júbilo en la cara. Thitiwat le miró un par de segundos y Up bajó la cara. El mayor se quitó los zapatos y soltó la correa del perrito al que el niño estaba agasajando.

Sawadee, lung Ohmi —saludó desde el suelo, con Sun en su regazo, haciendo un wai.

—Hola, pequeño —Ohm le revolvió el pelo al chico.

Nuu, voy a hablar con lung Ohm en el despacho, ¿te importaría cuidar de Sun un ratito? —preguntó, aclarándose la garganta. El niño miró a los dos adultos y arrugó la frente desconfiado, pero asintió. Se marchó por el pasillo hacia el salón, con la pequeña bola de pelos en los talones.

Poompat entró al despacho y escuchó el clic de la cerradura tras él.

—¿Qué pasa? —cuestionó bruscamente Ohm.

—Lee esto —le pidió girando la pantalla del ordenador hacia él.

El gran hombre se sentó en la silla y puso toda su atención en el correo electrónico. Up caminó de un lado al otro, nervioso, con el pulso agitado. Agarró un vaso del mueble bar y se sirvió una copa, el cristal llegó tembloroso a sus labios y dio un par de tragos que le quemaron el esófago.

—Joder... —oyó la exclamación y la ristra de sonidos y maldiciones que eran totalmente impropios de Thitiwat.

Up terminó la copa y se sirvió otra mirando fijamente a la foto de ellos dos siendo muy pequeños. Sí que habían cambiado, ya no quedaba casi nada de los bebés de la imagen. Se dio cuenta de que, en el retrato, Up tenía la edad de Boun. Pero Boun era más guapo, más inteligente, más divertido y mucho menos mimado de lo que había sido él.

Una vez, estando a solas en la habitación, Up le había confesado a Kao que volvería a pasar un millón de veces por todas las cosas malas, absolutamente todas y cada una de ellas, si significaba volver a tener a Noppanut a su lado. Entonces, el hombre al que amaba le abrazó con fuerza, arropándolos, antes de confesar que volvería a hacer todas las cosas que hizo un millón de veces si eso le permitía tenerlos a Up y Boun.

4. MILLION MEMORIES [Capítulos especiales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora