2. Dos tigres y un príncipe

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—¿Estás bien, Nuu? —preguntó Up en voz baja cogiéndole la mano al niño.

Le miró unos segundos con sus ojos pequeños y rasgados moviéndose por su cara y asintió en silencio, pero no le soltó. Levantó la vista y se encontró con Noppakao en el espejo retrovisor.

—Hemos llegado —comentó mientras la puerta metálica frente a ellos se abría y entraban en el carril privado para aparcar frente al garaje.

Los dedos pequeños de Boun se cerraron con fuerza en su mano y observó cómo se asomaba por la ventana con curiosidad. Kao salió del coche y lo rodeó hasta abrirle la puerta. Se acuclilló delante de él y le apartó el flequillo de la cara con una sonrisa que era más suave que las que le daba a él.

—¿Te gusta el jardín? —El niño asintió—. Hay una piscina y he plantado un limonero en la parte trasera. Si quieres puedes ayudarme a cuidarlo cuando te aburras de leer. —Boun se rió un poco.

—Nunca puedes aburrirte de leer, P'Kao —contestó condescendiente, como si su novio fuera lento y no entendiese las verdades de la vida. Up sintió un poquito de orgullo cuando el gato subió las cejas sorprendido por la respuesta.

Se bajó del asiento trasero y Boun corrió rodeando el vehículo para tomarle la mano otra vez. Llevaba colgada una mochila de Aladdin que había sido un regalo de First.

El chico compró los útiles escolares de todos los niños del orfanato cuando empezaron el curso. Y todos habían sido acorde a los gustos de cada uno. Como ese bolso en el que Boun había guardado un par de cómics y el primer libro de aventuras que le había regalado.

Sabía que en la maleta pequeña negra que Kao agarraba estaba el peluche con forma de tigre con el que seguía durmiendo aunque se avergonzaba de ello. Además de su ropa favorita y su uniforme escolar.

Caminaron hasta la puerta y sentía el sudor de la palma del niño y el ligero temblor de sus dedos. Pulsó el código de seguridad y abrió la puerta respirando hondo. Boun continuó en silencio mientras entraban al recibidor que daba al gran salón principal de la casa.

Se quitó los zapatos sin soltarle y Boun le imitó. Kao recogió ambos pares y los colocó en el mueble junto a sus zapatillas deportivas. Se adentraron en la estancia y miró cómo los pequeños pies dentro de unos calcetines con dibujos de plátanos contrastaban con el suelo pulido de mármol italiano.

—¿Tienes hambre, Boun? —preguntó Kao y el niño se encogió de hombros—. ¿Qué tal si preparo algo para que piquemos antes de la cena? Llamaré al restaurante para que mande algo rico para los tres para cenar, ¿qué te parece?

—Me parece bien, P'Kao —respondió en voz baja, todavía mirando a todas partes.

Kao se marchó y los dejó solos. Sabía por qué lo había hecho. El niño tenía que estar abrumado y Up estaba tan nervioso por saber si le gustaba la casa que le temblaban las piernas. Se quedó callado por unos segundos, pensando en qué decir, qué hacer, además de estar quietos en medio de aquella enorme estancia.

Nuu —le llamó y el niño levantó su cara hacia él —, ¿quieres... quieres ver tu habitación? —tartamudeó. Él solo asintió.

Subieron las escaleras en silencio hasta el distribuidor de la planta superior. Todavía no se soltaron, el niño aún agarraba con recelo el asa de la mochila. Respiró hondo y se paró frente a la puerta de la habitación del chico. Le dio una mirada de reojo y abrió.

Notó el apretón en los dedos. Habían cambiado la decoración del cuarto la semana anterior. La cama grande y cómoda estaba en el centro, bajo el gran ventanal que daba al jardín. El sol iluminaba los muebles blancos, las colchas amarillas y la decoración que habían escogido específicamente para un niño de 7 años.

4. MILLION MEMORIES [Capítulos especiales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora