8. Cómo domesticar a un tigre

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Kao desenganchó el cinturón de la silla de seguridad y cogió al niño en brazos. Cerró la puerta con fuerza acomodando el peso de Gulf en su cadera.

—¿Cogemos el carrito? —le preguntó y el niño negó con la cabeza—. Pero tienes que caminar, no vale tirarse al suelo cuando estés cansado. El suelo está sucio.

—Sí, sí, yo camina —contestó revolviéndose.

Lo dejó de pie en el pavimento y le cogió de la mano. Fueron despacio recorriendo la acera ancha llena de transeúntes. Odiaba llegar tarde a recoger a Boun porque siempre acababa aparcando demasiado lejos del colegio, pero el demonio que balbuceaba con pasos cortos a su lado decidió llenarse de barro justo antes de salir de casa. Kao terminó cambiándolo de ropa y limpiándolo en el lavabo de la planta baja.

Estaban a medio camino de la puerta del centro escolar cuando notó el tirón. Se giró para ver a Gulf sentado en el suelo sucio de la calle.

—Te dije que no valía hacer eso —reprendió. Gulf puso una cara triste y se tumbó en la acera con los brazos abiertos. Kao evitó reírse y lo levantó en volandas—. Deberíamos haber cogido el carrito, la próxima vez no te haré caso. Te portas mal conmigo.

—Sí, sí —contestó abrazándolo y apoyando la cabeza en su hombro. Su corazón se derritió.

—No puedes manipularme así, Gulf, ya es suficiente con Up y con Boun, no necesito otro príncipe caprichoso... Yo creía que ibas a estar de mi parte —bromeó, aunque sabía que el niño no entendía la mitad de las cosas que le decía.

Le llevó en brazos el resto del camino hasta el colegio y entró al patio donde el resto de padres esperaba a sus hijos. Kao había aprendido a quedarse a un lado cuando venía a por Boun. Las preguntas y miradas de soslayo lo ponían nervioso y prefería estar en silencio hasta que el pequeño tigre salía de clase.

Esta era la primera vez que traía consigo a Gulf. Normalmente el niño se quedaba en casa con el servicio o con Up si había vuelto del trabajo, pero estaba gestionando un millón de cosas en Iam-Samang Corp. y había estado llegando tarde toda la semana. Además, Parr Fong tuvo que salir pronto de la casa, así que se había traído al pequeñín con él.

No le molestaba venir con él, de hecho, tenía una extraña fijación con Kao que le gustaba. Así como Boun buscaba a Poompat todo el tiempo, Gulf decidió que sería su pequeña sombra particular en todo momento.

Y todavía estaba tratando de acostumbrarse.

El bebé no hablaba mucho, pero era un desastre en todo lo demás. Disfrutaba particularmente de restregarse en el jardín y escarbar el suelo en busca de algo que todavía no había encontrado. Odiaba profundamente estar vestido y limpio y había tenido que quitarle de las manos a un pobre lagarto que casi se comió y un montón de insectos y tierra que se metía en el pañal.

—¡P'Bon! —exclamó tirando de su camiseta para bajarse. Levantó los ojos para ver a Boun saliendo con un grupo de niños a lo lejos. El paquete en sus brazos se desesperó por bajarse para ver a su Phi, así que le dejó en el suelo.

Gulf echó a correr con sus piernitas cortas y torpes y le siguió de cerca. Gritó alguna cosa incomprensible para llamar la atención de Boun y este sonrió grande cuando el bebé llegó a él y le abrazó la cintura.

Los niños a su alrededor hicieron un montón de sonidos cursis y le pellizcaron los mofletes a un Gulf que disfrutó de las atenciones. Vio por el rabillo del ojo a un grupo de adultos acercarse. Una treintañera con las mejillas redondas se agachó ante ellos y le tocó la cabeza al más pequeño.

—¿Este es tu hermanito? —le preguntó a Boun y él asintió orgulloso.

—Se llama Gulf, Parr —añadió—. Saluda, nong. —Fue una orden suave, pero el más pequeño obedeció colocando las manos para hacer un wai.

4. MILLION MEMORIES [Capítulos especiales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora