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Félix caminaba por el largo corredor con pasos tambaleantes, el pecho le dolía como si algo lo oprimiera desde dentro. Sentía los ojos arder, las lágrimas empujando con fuerza por salir, pero se obligaba a mantenerlas contenidas. No aquí. No donde cualquiera pudiera verlo.

Empujó la puerta del baño con la mano temblorosa y entró. El eco del golpe reverberó en el silencio.

Un suspiro tembloroso escapó de sus labios apenas cruzó la puerta. Se apoyó con ambos brazos sobre el lavamanos, bajó la cabeza y cerró los ojos con fuerza, como si al apretarlos pudiera evitar que las lágrimas brotaran. Pero fue inútil. Una se deslizó por su mejilla sin pedir permiso.

Levantó lentamente la vista hacia el espejo.

Su reflejo parecía el de un desconocido.

Los ojos enrojecidos. Las mejillas pecosas, ahora cubiertas de un tono rojo encendido, como si su piel gritara todo lo que él no podía decir en voz alta.

¿Ahora qué hizo?

¿Qué fue lo que lo hizo cambiar de opinión esta vez?

En las últimas semanas, Christopher había sido como una tormenta eléctrica sobre su vida: hermoso, brillante... y completamente impredecible. Lo subía al cielo con palabras dulces y caricias robadas, solo para dejarlo caer sin paracaídas ni aviso. Como una montaña rusa sin frenos. Como una soga al cuello.

Un ruido lo alertó. La puerta se abrió.

Se apresuró a limpiarse las lágrimas con la manga del suéter, agitado. Cuando vio entrar a Jisung, su corazón se relajó un poco.

—Jisung... —murmuró, con la voz hecha trizas, extendiendo los brazos, en busca del único consuelo que aún creía suyo.

Pero Jisung no lo abrazó.

Levantó una mano, firme. Fría. Lejana.

—¿Qué te pasó? —preguntó, seco. Sin dulzura. Sin el tono de siempre.

Félix titubeó.

—Ah... esto... tuve unos problemas en casa... —rió sin gracia, dando un paso más para intentar abrazarlo.

Otra vez, rechazado.

—Estás así por él, ¿verdad? Por Chris.

Félix se congeló.

—No sé de qué hablas...

—No te atrevas —interrumpió Jisung con dureza, negando con la cabeza mientras sus ojos se llenaban de furia—. No intentes negarlo. Los vi. Los vi besándose.

Félix dio un paso atrás como si lo hubieran golpeado.

—Yo confié en ti, maldita sea. Confié en cada palabra que me dijiste cuando juraste que ya no había nada entre ustedes. ¿Me estás viendo la cara de estúpido?

El pecoso abrió la boca para defenderse, pero su voz no salió. Las lágrimas comenzaron a acumularse de nuevo.

—Eres tú el que queda como un imbécil —continuó Jisung, la voz le temblaba ahora, cargada de decepción y rabia—. ¿No ves lo que estás haciendo? ¿Con quién? ¿Con un hombre casado, Félix? ¿Con un maldito profesor?

Félix agachó la cabeza, sus hombros temblaban.

—Tú mismo sabes lo que es eso, ¿no? —escupió Jisung con crueldad—. Tu padre los dejó por alguien más. ¿Y tú qué haces? Te metes en la cama de otro padre.

Ese último golpe fue como una daga.

Jisung se giró, con el rostro desencajado, el dolor atravesándolo también a él. Porque aún lo quería. Porque aún le dolía.

TEACHER'S PET (CHANLIX)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora