sinopsis: Una vez existió un honorable fundador de esta escuela de cultivo panguan. Su fama era ilustre, pero hoy en día nadie se atrevió a mencionarlo. Incluso si lo hicieran, todo lo que dijeron fue: "Tuvo un final miserable".
Solo Wen Shi seguía...
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A esto se le llamó retribución.
Aunque Wen Shi pensó eso en su mente, explicó en voz alta con mucha calma: —No lo hice a propósito.
—Pequeño... Xie Wen se atragantó con algo, probablemente una risa nacida de la exasperación. — ¿Te turba la conciencia cuando dices eso?
—No. Wen Shi podría no tener mucho que decir, pero era bastante capaz de dejar a alguien sin palabras. —Depende de usted si lo cree o no.
...
El rostro sin rasgos distintivos del medio maniquí se inclinó directamente hacia él, así como así.
¿Quién no tiene una cara de forma ovalada en este momento?
Wen Shi permaneció terco, enfrentándose a él en silencio.
Aunque evidentemente fue una escena extremadamente extraña, tocó un nervio desconocido en El jefe Xie, y soltó una vaga carcajada en su garganta. Volvió la cabeza y dijo en voz baja: —Rompe las reglas.
Wen Shi no lo escuchó con claridad.
Xie Wen lo miró de nuevo y señaló la puerta de vidrio cerrada. Dijo tranquilamente: —Bien, tengo buen temperamento, así que consideraré esto como un accidente de tu parte. Entonces piense en algunas ideas, ¿cómo salgo de esta puerta cuando me veo así?
Dijo Wen Shi inexpresivamente: —Gatea.
Xie Wen:...
Esta vez, se rió de verdad. Después de que terminó, la tienda se hundió en un silencio mortal.
Después de un período de silencio bastante prolongado, Wen Shi finalmente extendió una mano hacia él de mala gana. Debido a que sentía que tomarse de la mano era un poco femenino, dijo: —Olvídalo, te ayudaré.
—Tirar— lo decía muy bien; en realidad, quiso decir que lo iba a arrastrar.
Inevitablemente, Xie Wen no se movió.
Wen Shi dejó de intentar complacerlo. Dio media vuelta y empezó a caminar hacia la puerta.
Los dedos del maniquí estaban demasiado rígidos y no era muy diferente de estar en una muñeca sin dedos. Hizo un gran esfuerzo antes de finalmente controlar el hilo de algodón y estirarlo a través de la costura de la puerta de vidrio para abrir la cerradura de afuera.
La cerradura traqueteó y tintineó durante un rato. Por fin, se rompió abruptamente en dos mitades con un sonido metálico y cayó al suelo frente a la tienda. Al segundo siguiente, una alarma antirrobo comenzó a sonar cuando luces apagadas alternando entre rojo y azul destellaron a través de la tienda.
El ruido fue inesperado y ensordecedor, haciendo eco a través del centro comercial vacío.
Había una tienda abierta frente a ellos, con la puerta del postigo bajada hasta la mitad. Afuera, una anciana estaba sentada en un taburete de madera. Llevaba un moño enrollado falso a la antigua, junto con una camisa y pantalones negros, aunque su rostro estaba sorprendentemente pálido.
