Capítulo 50: origen

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Arco cinco : Tumba de la gente común

Quizás sus recuerdos comenzaban a liberarse, ya que un fragmento de su alma había vuelto a entrar en su cuerpo. O tal vez porque la agonía era difícil de soportar y Wen Shi, como de costumbre, se negó a mostrar debilidad y dar voz al dolor, hizo todo lo posible por pensar en otras personas y cosas. Era su única alternativa, una en la que se encontró confiando para pasar la larga noche.

Y así, recordó el principio.

***

La primera vez que Wen Shi vio a Chen Budao, era realmente muy joven, hasta el punto de que ni siquiera tenía la edad suficiente para recordar nada todavía. Era tan joven que no sabía qué año y mes era, o dónde estaba sentado, o por qué su entorno se veía de esa manera.

Ese día, el sol poniente estaba medio sumergido en el horizonte. Todo estaba cubierto de oro rojo, y había muertos por todas partes.

Los cadáveres se apilaban en colinas uno encima del otro, y la brisa se llenaba de un hedor desagradable. La sangre serpenteaba en riachuelos por el suelo y convergía en huecos hundidos. Parte de la sangre ya se había secado a un color marrón óxido, mientras que otras partes se estaban volviendo espesas y pegajosas.

Wen Shi salió arrastrándose de debajo de un cadáver pesado. Una roca había desgarrado la piel de su palma.

No sabía por qué todos estaban acostados, ni sabía por qué ya no hablaban. Tampoco sabía por qué su entorno estaba tan tranquilo, como si él fuera el único que quedaba en este mundo.

Intentó tirar del adulto que yacía a su lado, pero ni siquiera podía mantenerse firme por sí mismo.

Hiciera lo que hiciera, el adulto no se despertaría. Su tirón resultó ser infructuoso y se derrumbó en el suelo; lo único que mostraba sus esfuerzos era la sangre viscosa y cobriza que cubría sus manos. Después de que el brazo del adulto volviera a caer con un ruido sordo , completamente sin vida, obstinadamente se puso de pie de nuevo y lo agarró una vez más, pero fue en vano.

Como resultado, extendió sus dedos ensangrentados y se quedó allí, completamente solo, perdido y aturdido...

Hasta que escuchó que alguien se le acercaba.

Chen Budao había elegido no usar su túnica exterior o máscara ese día. Estaba vestido solo con una túnica interior blanca como la nieve, que era prístina e inmaculada, dándole la apariencia de un inmortal que acababa de descender de los cielos. Cuando bajó la mirada hacia el niño en el suelo, un aura suave y compasiva pareció rodearlo.

Esa mirada se convirtió en el comienzo de todos los recuerdos de Wen Shi en este reino mortal.

Chen Budao levantó el dobladillo de su túnica y se agachó hasta la mitad para poder levantar a Wen Shi de la montaña de cadáveres y el mar de sangre. Al igual que una muñeca artificial, Wen Shi se desplomó contra el hombro de Chen Budao. Sus ojos oscuros estaban muy abiertos mientras miraba al suelo sin parpadear, y siguió mirando hasta que fue difícil soportar el dolor de sus ojos, que comenzaban a sentirse calientes y dolorosos.

La persona que lo sostenía le dio unas palmaditas en la espalda y dijo con voz profunda: ―Cierra los ojos―.

Hizo lo que le dijo: cerró los ojos y hundió la cara en el hombro de la otra persona. Un rato después, la tela debajo de sus ojos estaba completamente empapada.

Era demasiado joven, por lo que no debería haber sido capaz de recordar ese día. Pero durante un largo período de tiempo después de eso, siempre recordaría el olor a sangre en el viento y la sensación de la mano sorprendentemente helada de una persona muerta deslizándose fuera de su alcance.

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