sinopsis: Una vez existió un honorable fundador de esta escuela de cultivo panguan. Su fama era ilustre, pero hoy en día nadie se atrevió a mencionarlo. Incluso si lo hicieran, todo lo que dijeron fue: "Tuvo un final miserable".
Solo Wen Shi seguía...
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Wen Shi se refirió a él como ―ese día― para ajustarse al concepto de tiempo experimentado por las personas en la jaula. Sin embargo, en realidad, no había pasado mucho tiempo.
Cuando salieron de la jaula, el aguacero acababa de detenerse y la lluvia caía por los bordes de sus paraguas. Todavía estaban en la calle fuera de la Galería Xiping, y las tiendas a ambos lados de la calle estaban cerradas. Hablando razonablemente, el área alrededor de ellos debería haber estado especialmente vacía.
Pero en el instante en que Wen Shi abrió los ojos ...
Estaba rodeado por un denso círculo de personas.
Todas eran mujeres con cabello negro largo y espeso y rostros pálidos. Se les pegaron talismanes de papel amarillo en la frente.
Sus ojos eran casi completamente blancos, excepto por un pequeño punto negro en el mismo centro que no vacilaba en lo más mínimo. Sus labios de color rojo brillante se curvaron hacia arriba, y las lenguas incluso más largas que la longitud de su cabello colgaban de sus bocas.
En un momento, Xia Qiao estaba en medio de una pelea con Zhou Xu; al momento siguiente, se encontró cara a cara con estas cosas. Dejó escapar un ― joder ― , instantáneamente al borde del colapso.
Esas mujeres no se movieron, por lo que Xia Qiao tampoco se atrevió a moverse.
Silenciosamente se aferró al brazo izquierdo de Wen Shi, casi a las puertas de la muerte. ― Ge , ¿salimos de la jaula?―
Antes de que Wen Shi pudiera hablar, Xie Wen tomó el asunto en sus propias manos. ―Lo hicimos.―
Xia Qiao se debilitó aún más. ―Entonces, ¿qué son estos?―
Wen Shi abrió la boca.
Xie Wen: ―Fantasmas―.
Xia Qiao solo logró aguantar allí por un segundo antes de deslizarse silenciosamente hacia el piso, aún agarrando el brazo de Wen Shi.
Wen Shi: ―...―
Aunque Xia Qiao era el que había dejado de respirar, sentía que era él a quien Xie Wen había arruinado.
―¿Me tienes algo de rencor?― Wen Shi no pudo extraer su brazo izquierdo. Con el fin de liberar su mano derecha para hacer frente al círculo de fantasmas femeninos, no tuvo más remedio que inclinar la cabeza hacia un lado y calzar el paraguas entre su cuello y hombro.
―Por supuesto que no―, negó Xie Wen tranquilamente mientras alargaba la mano para sostener el paraguas de Wen Shi.
Xie Wen todavía estaba usando sus guantes negros, y envolvió su mano alrededor de la parte más inferior del mango del paraguas, manteniendo una distancia educada del rostro de Wen Shi.
