Capítulo III - Muddat

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Muddat - Largo tiempo

Donn → Dios de la muerte 

Sereia → Diosa de la música (Sirena)

Zehra → Diosa de la belleza

Thavma → Diosa del enamoramiento 

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Desde el incidente de la intromisión del humano al mundo galdur, decidieron dejar de lado el tema y continuar con sus vidas como si nada hubiese pasado a pesar de que sentían curiosidad por el mundo humano y querían introducirse en el. 

Deimos ya no era el pequeño que aquel día tocó la mano del niño rizado, habían pasado 10 años que trajeron consigo cambios en su imagen, creció notoriamente convirtiéndose en un deleite para la vista de cualquiera que tuviese el lujo de admirarlo. Además de su tamaño, su curiosidad también fue creciendo más y más hasta el punto de llegar a convencer a sus hermanos de explorar el mundo nongaldur.  

El grupo de dioses se había concentrado toda esa semana en un solo propósito, interactuar con humanos sin morir en el intento. 

—No tiene sentido—. Kerensa no comprendía bien lo que querían hacer. 

—Lo tiene para mi—. Ilaria estaba de acuerdo con el plan que el dios estaba proponiendo

—La razón por la que no podemos estar con ellos es porque nosotros no controlamos todos los sentidos y emociones, ellos si, entonces... —. Deimos moría por ir al mundo nongaldur aunque aún sentía temor de ser capaz de matar a otro humano, porque si, nunca dejó de creer que mató al niño que tocó esa vez. 

—Aclárame algo ¿Tu por qué irás?—. Donn, al igual que los demás dioses, llevaban siglos en el lugar provocando que se aburrieran de la misma rutina. Los dioses nuevos eran Garren y Deimos por lo que le molestaba que desde tan jóvenes tuviesen una aventura que el no pudo tener. 

—¿Y por qué no? No necesito ser un viejo amargado para querer divertirme un poco, además fue mi idea—. Se llevaba bien con todos los dioses pero Donn siempre lograba fastidiarlo, por su culpa incendió su casa y tuvo que pasar varios días viviendo junto a Amadeus quien no le quitaba el ojo de encima ni si quiera cuando dormía. 

—No soy viejo, tu eres muy pequeño, no sabes nada de la vida. 

—Díselo a mis bolas Donn, iré aunque no quieras. 

—Suficiente, sus peleas no nos llevarán a ningún lado. Tenemos que empezar a trabajar en nuestra imagen, Zehra tu primera. 

—¿Tienen alguna sugerencia para su nuevo look? O lo puedo inventar yo. 

—Prefiero quedarme con mi propia imagen—. Deimos amaba como se veía, se sentía bien consigo mismo y no pretendía cambiar absolutamente nada en el. 

—¿No confías en los dones de la diosa de la belleza?—. Le dijo Zehra con un tono dramático. 

—No. 

Tenía el cabello de un tono castaño, ojos con azul profundo y brillante, labios finos y rojos, una nariz perfilada y el mentón un poco levantado, piel blanca bueno no tan blanca, más bien... de un tono un poco más canela.

Los demás dioses dejaron que Zehra los transformara a su gusto.

—Tu turno Kerensa.

—Espero que con esto ya puedas amarme—. La diosa se dirigió a Emmet quien lo miraba sorprendido ante aquella confesión. Abrió sus manos dando paso a un humo plateado que ingresó en cada uno de los dioses. 

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