Mis ojos captaban mi reflejo en el suelo del lugar, era tan pulcro y brillante.
La elegancia que desprendía este edificio era tan fina. Ellos de verdad usaban los recursos para mantener a un buen margen su comodidad.
La entrada del cuartel era mediante un hotel, que por lo que Namjoon me comentó, era el más lujoso de todo Seúl.
Para poder pasar a el edificio principal, tuvimos que ir a recepción y mostrar la medalla que el Señor Jiwoon me dio: una moneda mediana, sumamente brillante y dorada, que, por su peso, podría decir que era titanio bañado en oro. También tenía grabado varios símbolos, y un número de serie.
Cuidadosos.
Entramos a un gran elevador: miré a Namjoon y a mí en el reflejo en los espejos, que, por sus costados, tenían pequeños y detallados grabados que mi vista no pudo captar bien. Todo estaba cuidadosamente pulcro.
Namjoon presionó un botón que tenía el mismo grabado que tenía la moneda.
—Tiene reconocimiento dactilar —explicó.
El ascensor se puso en marcha, y esa rara sensación de movimiento invadió mi cuerpo.
Mientras bajábamos, mostré importancia a todos los detalles, eran tan finos y de calidad, que me hacían sentir de la realeza.
El ascensor se detuvo, se abrieron las puertas y salimos de éste.
Los colores dorados y blancos predominaban en el lugar, y daban un buen y ligero contraste. Los espejos y cuadros estaban simétricamente acomodados por todo el pasillo, y ni hablar de las esculturas y estatuas perfectamente colocadas.
Me sentía como en una película de mafiosos.
Solo que esto no era una película.
Había vitrinas por todos lados, dónde colgaban varios papeles, que no pude ver. Los cuadros mostraban pinturas que estaban conectadas entre sí, pero realmente fui ignorante porque no las entendía.
La vista y la sensación me daban un toque familiar, quizá porque me recordaba un poco a mi casa.
O quizá no.
Caminamos hasta llegar al final del inmenso andador, y una puerta negra y marmoleada estaba frente a mí, arriba de ella se encontraban siete letras gigantes, brillantes, doradas e imponentes: Kangpae.
Mis queridos Kangpae.
—Debemos entrar, Lisa —ordenó Namjoon.
Se encontraba algo nervioso, y mentiría si dijera que yo no lo estaba.
Me ponía de punta estar aquí, saber que solo un acuerdo hacía que no se lanzaran encima mío.
Coloqué mis manos encima de la puerta, para empujar y entrar, pero Namjoon me interrumpió:
—Lisa... —sus ojos de dragón miraban fijamente los míos —no vayas a decir algo que pueda provocarlo —continuó con voz profunda, pero inquieta —. Lo que él pregunte, tú respondes —acomodó el cuello de su camisa, seguido de su saco.
Él estaba preocupado, y cómo no.
Yo aún no conocía a él Don, pero sabía que amigable no era, a juzgar por el comportamiento de Namjoon
—Namu, no soy estúpida —respondí, acomodando mi corbata y camisa.
Me sentía hostigada.
Y abrimos la puerta.
Un escritorio inmenso estaba al final de la habitación, junto con una silla blanca y elegante, justamente al frente de nosotros.
La habitación era gigante. Varios estantes estaban repartidos por todo el cuarto, junto con decoraciones armoniosas.
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Ella miente
FanficUna nueva e inquietante chica llega a la ciudad, y el corazón de Jennie Kim es enredado. Después de un largo tiempo, Lalisa regresa a Seúl, Corea, a causa de conflictos más allá de su poder. "Lalisa, no lo hagas, por favor" Lo siento.