Mamá, no me dejes

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Su fina y pequeña nariz era tan peculiar, su respiración calmada y serena de estos momentos me daba mucha tranquilidad, y verla dormir plácidamente justo al lado mío era como un lindo sueño.

Mis ojos se habían abierto a causa de unos pequeños y débiles murmullos, que pronto se convirtieron en quejidos, volteé a mirar y era Jennie.

Una horrible pesadilla había perturbado su sueño, y lo único que se me ocurrió hacer fue susurrarle al oído que todo estaba bien, y brindarle ligeras palmaditas en su costado.

Al parecer eso había cesado su sueño, porque no se quejó más.

Revisé mi celular que se encontraba en la cómoda, al lado de su cama: 3:27 am.

Pensar lo que ayer había pasado me erizaba la piel, no podía creer que volvió a suceder.

Mierda, ¿acaso no fue un sueño?

Sentí mis mejillas arder, al recordar lo que mis manos inquietas recorrieron, y mis labios necesitados hicieron, pero es que no me acordaba para nada en cómo habíamos llegado a eso.

Flashback.

No podía subir las escaleras de la casa, mis piernas tambaleaban y estaban un poco débiles a causa de mi risa escandalosa, que Jennie me había contagiado. Los tragos de alcohol ya habían hecho reacción en nuestro cuerpo, y hasta vernos las caras nos hacía tener un ataque de risa sin control.

Y cada vez que yo decía algo, ella le sumaba otra cosa que me hacía explotar de la risa.

Sus ojos llorosos, y su cara roja daban señas de que no se estaba conteniendo para nada.

Y mi estómago dolorido no podía más.

Tuve que tomar su mano para apoyarme y subir las gradas que nos faltaban llegar, por suerte ya nos habíamos tranquilizado un poco.

—Traeré algo de mi cuarto, pasa —carcajeó un poco más tranquila, abriendo la puerta de su habitación, que ya había visitado antes.

Me adentré al cuarto que ya había pisado hace unos días, se miraba perfectamente ordenado, y su aroma a frutos rojos era tan encantador. Jennie era una maniática del orden y limpieza.

Su pequeño cuerpo rebuscaba entre sus repisas, y movía sábanas entre sábanas, se miraba chistosa.

Se volteó y sonrió, mostrando que ya había encontrado un par de cobijas para abrigarme del frío.

Ver esa linda sonrisa de gomita me hacía sonreír más.

Avanzó hacia mí, y antes de permitirle salir de la habitación, extendí mis brazos al aire, indicando que quería un abrazo de ella, y no tardó en corresponderme, arrojando las cobijas al suelo.

Fue una acción tan repentina de mi cuerpo, que hasta me sorprendí.

Su cercanía era tan cálida, y daba calor a mi cuerpo, sus brazos recorrían mi cintura, y los míos sus hombros, bajé mi mirada y la conecté con la suya, que me observaba curiosa con sus hermosos y peculiares ojos de gato.

Mi piel se erizó al olfatear su cuerpo y recordar lo que aquella vez habíamos hecho en mi habitación, olía exactamente igual: frutos rojos.

Mi cuerpo cobró vida propia y mis manos tomaron sus hombros, volteé mi torso para que ella quedara pegada a la pared, y no lo pude evitar más.

Fin del Flashback.

Vaya mierda.

Todo tenía sentido ahora, creo que nos pasamos un poco.

Ella mienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora