«Me enamoré con sólo saber su nombre.»
Era un nuevo récord. La gente solía decir que se enamoraba por la personalidad de alguien. Pero yo me enamoré con sólo saber su nombre.
Era una noche calurosa en la ciudad, a treinta minutos del centro de ella. Estaba tratando de mantener la calma. Aún estábamos en febrero e iniciaba mi curso de ingreso para la Universidad, más tarde, en marzo iniciaría el último año de secundaria.
El primer detonante de aquella mañana, fue el papel rosado que voló ante mis ojos y aterrizó a mis pies. Una carta. La tomé con paciencia, intentando no reventar en el primer segundo. A penas y la leí, por la caligrafía ya supe que era de mi madre y de como trataba con cautela invitarme a cenar dentro de una semana.
Puede que suene extraño y poco normal, pero solían invitarme a cenar una semana antes para mí cumpleaños porque sabían que no me gustaba ese día. No es que fuera el peor, bueno, casi.
—¡¿No está buenísimo el lugar?!
Miré a Jan, mi mejor amiga, con la sonrisa más falsa que tenía. Se dió cuenta pero es que el lugar era horrible. La música parecía que haría estallar los vidrios, la gente muy pegada, el sudor se olía por todos lados, a penas y veía el contorno del rostro de mi amiga y estoy segura que soy la única sobria.
Tomé la mano de Jan y tiré de ella.
—¡Vámonos!
—¡Pero si ni siquiera llego la banda! —se quejó ella a los gritos. De repente resonó el acordé de una guitarra por todo el lugar y ella se giró con entusiasmo,—¡Ya esta aquí!
Me arrastró con fuerza entre la multitud. La gente saltaba y pegaba gritos por quien sea que esté en el escenario. Podía escuchar como cantaban a gritos sus canciones. Sentía su sudor por todas partes.
Una vez que llegamos a la barra de adelante, ví como Jan subía sus pies sobre está y se levantaba al menos veinte centímetros más que yo.Vaya lío en el que me metí.
¿Quién acepta venir a un club muy raro con una amiga muy rara con tal de que no festeje mi cumpleaños? Sólo yo.
Sacudí la cabeza y miré a Jan, mi amiga.
—¡Se nota que no te gusta! —me reí.
Jan soltó una risa tonta y pegué un saltito al escuchar otro acorde. El escenario seguía oscuro, la banda aún no se presentaba.
—¡Los amoooooooo!
La gente se colo a mi lado, esperando con ansias que la tan deseada banda toque sus canciones, que conociendo los gustos musicales de Jan, serían una mezcla de tango y rock. Sí, una porquería y algo que no debía de existir.
Jan grito tanto como pudo, tenía un equilibrio increíble dado que no se había caído de esa barra de metal aún. Jan podía hacer cientos de estupideces como esas y salí ilesa. Se podía decir que la suerte estaba de su lado.
Tiré del borde de su camiseta, tratando de llamar su atención, y luego de cinco intentos, me miró.
—¡¿Queeee?!
—¡Iré a tomar algo!
Pude sentir la desconfianza en su mirada, como mis palabras no le gustaban del todo. Sabía que planeaba escaparme en algún momento de la noche pero por supuesto ella no iba permitirlo.
—¡Y vuelves de inmediato! —me ordenó.
Pensé en contradecirla pero al final sólo asentí en señal afirmativa y me dí la vuelta.
Salir de esa multitud de personas fue más difícil que entrar. De lejos veía la barra y parecía tierra lejana. Recibí golpes y empujones. Jalones de pelo e insultos. Pero cuando empujé a la última persona, me sentí bien en paz, sentí que respiraba mejor.
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Fran y la idea del amor
Romance¿Cómo frenamos esa sensación que nos recorre al cuerpo al ver esa persona? Esa misma pregunta se hace Fran desde que la conoció. "Me enamoré con sólo saber su nombre." Es lo que dice de ella. Pero no todo es tan fácil y bonito en su historia de am...