Cuando volví a la misa la gente estaba haciendo fila para hablar en la capilla. La verdad es que estaba tan perdida en mi mente que no comprendí del todo lo que estaba sucediendo. Pero, como de costumbre, me limité a sonreírle a la gente e ir derecho al cuarto detrás de esta sala principal.
Una vez que atravesé la puerta, la cerré detrás mío con el cerrojo, y solté el aire que tenía atrapado en mis pulmones desde que la ví. Y es que, joder, me estaba complicando la vida. Alguien podría habernos visto en ese momento, tan cerca y diciendo esas cosas que no debíamos decir. No sé que fue lo que ocurrió, sinceramente, me dejé llevar por un instante. Cerré los ojos y fui sólo sensaciones. No me preocupo de porque se sentía bien tenerla cerca o porque quería que siguiera con esas caricias o porque de pronto no quería que se separara. No me cuestione nada, no me quejé de nada. Zam se quedó ahí, viendo mis reacciones ante sus acciones y me dí cuenta que seguía jugando conmigo de cierta manera. Es decir, no sabía si ella sentía lo mismo que yo, lo más probable era que no, pero no se mostraba afectada. No se sorprendía cuando yo me quedaba quieta ante esa nueva sensación que no sabía definirla si buena o mala.
Zam no pensó en eso. Y tampoco veía que tenga intención de cambiar sus acciones. No se que esto que estamos haciendo, no se qué sucede en este momento y no se que tengo que hacer pero algo que sí se, es que está mal. No debería sentirme así, no debería querer verla otra vez e ir a dónde quiere llevarme. No, no y no.
El ruido de la puerta al intentar ser abierta me sacó de mis pensamientos tan...confusos. Sacudí la cabeza y me apresuré a abrir la puerta, saqué el cerrojo y miré a quién quería entrar.
Y la verdad, es que no tenía a dónde ir a rezar. La boca no me cayó al suelo porque él me sostuvo del mentón para que lo mirara al rostro.
—Vaya, no debo ser una agradable sorpresa —expresó con lentitud.
James estaba vestido impecable. Traía una camisa blanca abotonada, un pantalón de vestir negro y unos zapatos antiguos del mismo color. Un look que sólo utilizaba cuando iba a casa y al parecer también para venir aquí. Su cabello estaba peinado hacía atrás, parecía tener gel o algo por el estilo. Me dió una mirada fría y algo extraña, por un momento me había olvidado de nuestra pelea.
—No te esperaba aquí —conseguí decir en un hilo de voz.
Él levantó una ceja, mirándome desconfiado.
—¿Y esperabas a alguien más acaso, Fran? —indagó con ese tono hiriente que utilizaba conmigo cuando se enfadaba.
Relajé la expresión de mi rostro y traté de mirar detrás de él. James debió notar mis intenciones porque se adelantó a explicarme.
—Supuse que estarías aquí, nadie sabe que he venido a buscarte —me aclaró.
Lo miré con los ojos entrecerrados, yo sí lo quería de verdad. Y no me gustaba estar peleando todo el tiempo. Así que tome su mano con delicadeza y tiré de él para que entrará al cuarto conmigo. Al principio pareció querer resistirse pero luego cedió y entro por un completo. Cerré la puerta detrás de él y le puse el cerrojo de nuevo.
—Escucha James —comencé a decirle, me puse frente a él y lo miré directo a los ojos,—lamento mucho lo del lunes. De verdad que yo sí quería besarte, sólo que tengo la cabeza muy ocupada estos días y se me fue de las manos.
Mi penosa explicación pareció no ser suficiente para él.
—Ay, mira tú. ¿Y qué tiene que ver el estrés de la universidad con que yo, tu novio, quiera darte un beso?
Me sorprendió el hecho de que se titulará novio devuelta.
—No es sólo el estrés de la universidad —le aclaré,—sabes que se vienen fechas importantes.
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Fran y la idea del amor
Romance¿Cómo frenamos esa sensación que nos recorre al cuerpo al ver esa persona? Esa misma pregunta se hace Fran desde que la conoció. "Me enamoré con sólo saber su nombre." Es lo que dice de ella. Pero no todo es tan fácil y bonito en su historia de am...