XVI. Conocer mejor.

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La casa de Zam era algo desordenada.

Sí, como escuchaste (o mejor dicho leíste)estaba en la casa de Fran. No sé cómo sucedió, de un momento a otro me tomó de la mano y me trajo a rastras aquí del bar. No me quejé, porque muy en el fondo quería saber a dónde íbamos.

Zam se paseó por su casa descalza. Creí que apenas llegaríamos me pondría devuelta la mano en la garganta, diciendo que me encantaba que fueran dominante conmigo. No sabía si se equivocaba, en otras ocasiones de mi vida aquellas actitudes no me habían gustado pero ahora que ella me tomó con esa... rudeza no pude evitar sentir un poco de ¿deseo?

—¿Bebes algo de cerveza conmigo?—se burló,—¿o es que hoy no lo tienes permitido?

Hice una mueca.

—Que chistosa.

Zam reprimió una risa mientras se servía algo de jugo. No decidió tomar cerveza por alguna razón que desconozco. Me hizo una seña con la mano para que me sentará en una de las sillas de la cocina.

El departamento de Zam no era muy amplio. Contaba con una entrada con su mini pasillo que te llevaba directo a la cocina de paredes verdes, con sus respectivas cosas, que continuaba con una mesa que daba pie a un mini comedor seguido de un pasillo que daba con tres puertas. Supuse que una era su habitación, otra el baño y tal vez en la otra guardaba alguna otra cosa.

Seguí sus instrucciones y me senté en las sillas. La mesa tenía un mantel fino con algunos dibujos que hacían referencia a alguna serie que desconocía.
Ella se sentó a mi lado.

—¿Vives sola? —intenté sacar tema.

Ella bebió un sorbo de su jugo de pera frío.

—No, vivo con mi hermano.

Me dí la vuelta tan rápido para verla que casi me quiebro el cuello o la columna. En dolor pequeño se despegó por mi cuerpo.
Zam se inclinó hacía mí y me observó preocupada mientras me acariciaba con suavidad el cuello.

—Joder, ¿estás bien?

Asentí con lentitud.

—No me habías dicho que... Oliver es tu hermano.

Su rostro cambio de un momento a otro. Dejó de darme suaves masajes y se quedó fría.

—¿Cómo sabes eso? —se atajó.

—Jan —me limité a decir.

Zam soltó un suspiro.

—Ah, ella —volvió a acariciarme el cuello,—no es exactamente mi hermano.

—¿Y qué es?

—Es algo así como mi hermanastro, que en realidad es mi primo. Su madre murió hace unos años en un accidente y a la mía se le ocurrió aceptarlo no sé porque. Antes de que su hermana se muriera no se llevaban bien pero supongo que pensó en su relación cuando está falleció.

—Eso es muy tierno y considerado de su parte.

—Es eso o le dió pena que el niño se muriera de hambre.

Ahogué una risa contra la palma de mi mano. Zam sonrió un poco, casi como si fuera forzada.

—¿Y te llevas con él?

Zam ladeó un poco la cabeza.

—Nos llevábamos...bien —murmuró con poca certeza,—es que él ha cambiado un poco.

Sentí el chisme en la punta de mis dedos. Me acerque un poco más as a ella en el sofá y le sonríe.

—Cuéntame.

Fran y la idea del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora