La casa estaba en silencio. Apenas entré por la puerta, luego de que Jan me dejara en la esquina, percibí que algo había pasado. Y no precisamente algo bueno.
Caminé con lentitud por el pasillo de la casa, dejé mi abrigo en una silla y fui directo a mi cuarto. Para llegar a la puerta tenía que pasar por el sillón de la sala. Una luz blanca se encendió en cuanto puse un pie ahí. Me congelé.
—Tenías que llegas más temprano.
Solté el aire que estaba conteniendo. Me dí la media vuelta para ver a mi madre sentada en el sillón pero no estaba sola. Su compañía me sorprendió tanto que tuve que sacudir la cabeza para poder entenderlo.
¿Qué diablos hacía él aquí?
Estaban ambos sentados en el sillón, lucían muy cómodos. Busqué a mi padre con la mirada pero no lo encontré.
—Tu padre se fue a caminar un rato —me informó mi madre al darse cuenta que lo estaba buscando,—no quería presenciar esta charla.
Fruncí las cejas.
—¿Y eso por qué? —le dí una mirada fija a su compañía,—¿Y tú qué haces aquí?
Mi madre respondió en su lugar.
—Ha venido a contarme lo que has estado haciendo todo este tiempo, Fran —la voz de mi madre se volvió más fría. Me dió una mirada demandante, supe que tenía que hacer caso,— siéntate.
Obedecí sin dudarlo. Me senté frente a la silla que estaba delante de ellos. Mi madre tenía el rostro serio, no me sonreía o trataba de meter algún chisme innecesario en la conversación, como solía hacer.
El aire de la casa me daba mala espina. Algo sucedía, eso era muy evidente. No era sólo por como actuaba ella o por el hecho de que mi padre haya decidido irse a caminar antes de estar aquí presente. Sino por el hecho de que James estaba sentado a su lado, mirándome como si me odiara más que a nada.Cruzamos miradas, quise pedirle una explicación pero él giró el rostro para que no lo viera.
—¿Y qué te ha contado? — cuestionó,—si se puede saber, claro.
Mi madre no se lo pensó mucho. Tomó la taza que tenía en sus manos y, sin dudarlo más, me la arrojó al rostro. Me levanté de golpe al sentir el agua helada contra mi piel, estaba tan fría que sentía que me quemaba la piel. Me sacudí y traté de secarme con la camiseta.
—¡¿Qué diablos les sucede?! —me exalte.
—Lo ve, incluso le ha enseñado a hablar mal —le dijo James, con ese tono preocupado que utilizaba antes de echarme la culpa de algo.
Mamá se levantó de un salto de su lugar. Una mueca de furia se paseó por su rostro. Tomó otra taza que tenía (la verdad no sé de donde las sacaba)y me la intentó arrojar pero yo fui más rápida y me moví a tiempo.
—¡Me he esforzado tanto en criar una hija como tú! ¡Y así es como me lo pagas! —me gritó con la voz desgarrada. Como esos shows que ella solía hacer,— ¡Ya te lo he aguantado una vez, Fran Exter! ¡Dos veces no!
—¿De qué estás hablando? —me quejé.
Ella respiró profundamente.
—Ya aguanté una vez que te fueras con tu amiguita por todos lados. Y ahora tienes a esta tal Jan con la que no paras de salir. Y a... —hizo una pausa un momento y se giró para ver a James,—¿Cómo se llamaba la otra?
Que no sea lo que estoy pensando.
—Zam, se llama Zam — él me dió una mirada,—te han visto con ella anoche.
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Fran y la idea del amor
Romance¿Cómo frenamos esa sensación que nos recorre al cuerpo al ver esa persona? Esa misma pregunta se hace Fran desde que la conoció. "Me enamoré con sólo saber su nombre." Es lo que dice de ella. Pero no todo es tan fácil y bonito en su historia de am...