Capítulo 14

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Milán despertó en medio de la oscuridad de la noche, sintiendo unos brazos que lo rodeaban

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Milán despertó en medio de la oscuridad de la noche, sintiendo unos brazos que lo rodeaban. La sensación de paz y seguridad lo hizo volver a dormir. Por la mañana, el aroma del café recién hecho lo devolvió a la conciencia. Su cabeza le dolía y se sentía extraño, como si no hubiese podido descansar. Le tomó unos minutos poder incorporarse. Su visión estaba borrosa y se sentía desorientado, sin estar seguro de dónde se encontraba. Estaba en una cama que no era la suya, en una casa que tampoco reconocía.

Un hombre se acercó a él, y Milán solo podía distinguir la silueta de su cuerpo. Algo no se sentía bien. Tomó sus anteojos y se frotó los ojos con las manos; su cerebro luchaba por hacerlo sentir seguro, pero su cuerpo reaccionaba de forma diferente.

—¿Adam, qué haces aquí? —preguntó Milán, girando la cabeza de un lado a otro—. ¿Dónde estoy? ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está...?

—Tranquilo, estás en casa, en nuestra casa —respondió Adam, acercándose a la cama—. Creo que debería estar celoso del hombre que aparece en tus sueños.

Milán se levantó de la cama bruscamente, todavía desorientado y buscando a alguien más, aunque no sabía a quién.

—Milán, por favor, solo fue un sueño. —Adam intentó tranquilizarlo—. Estoy aquí, ¡mírame! Todo estará bien.

Hubo un largo silencio mientras Milán permanecía de pie antes de entrar corriendo al baño. Aún se sentía confundido. Se enjuagó la cara con agua fría, se recargó contra la pared y se dejó caer al suelo. «Fue solo un sueño, aunque se sintió tan real», pensó. «Adam es mi novio y lo amo», se repitió una y otra vez.

—¿Te sientes mejor? —le preguntó Adam, esperándolo con el desayuno listo.

Milán se acercó y lo rodeó con los brazos, hundiendo su cara en su cuello. Intentó besarlo, pero Adam lo detuvo repentinamente.

—Hice una reserva en el lugar de siempre. Por favor, no llegues tarde.

—Nunca. No puedes celebrar nuestro aniversario sin mí.

—Bueno, no hay nada de malo en ser un engreído. Date prisa, tienes que trabajar y ya vas tarde, como siempre.

Milán se apresuró y salió rápidamente, no sin antes besar a Adam por todo el rostro. Había olvidado por completo lo que había sucedido al despertar; no recordaba al hombre que aparecía en sus sueños, ni siquiera recordaba lo que había desayunado, mucho menos lo que había soñado.

El día transcurrió agitado en su pequeña cafetería. Milán recordó todo el día su cena de aniversario, pero al irse acercando la hora, parecía que le importaba menos. Sin embargo, al ver su reloj y ver que era tarde, su cuerpo se movió por sí solo y salió corriendo. Al llegar al restaurante, Adam no estaba allí; había llegado más de una hora tarde. Le había fallado de nuevo, tantas veces que ya ni siquiera llevaba la cuenta.

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