Emma permitió que Milán se tomara dos semanas de vacaciones. Al principio, Isaac no estaba seguro de si esto sería algo bueno. Temía que el tiempo los distanciara aún más, preocupándose de que su relación y amistad estuvieran tan fracturadas que resultara imposible repararlas. Estaba convencido de que Milán cerraría la puerta al diálogo, dejándolo nuevamente como un extraño en un lugar al que ya no pertenecería.
Isaac pasó cinco días en un hotel. Una mañana, mientras descendía en el elevador, fue asaltado por el fuerte olor a pintura vieja, alfombras sucias y cloro característico del lugar. Las puertas se abrieron y se encontró con la sonrisa forzada de una mujer mientras un hombre insistía en que lo acompañara a algún lugar desconocido. Recordó cómo su padre solía insistir con mujeres parecidas a su madre para que fueran a casa y, cuando no lograba convencerlas, descargaba su furia en él. Necesitaba alejarse de todo eso; esa no era la vida que deseaba para sí mismo. No debía vivir en un hotel cuando tenía a sus hijos esperándolo. Sin embargo, no podía regresar aún, no hasta cumplir el propósito que lo había llevado allí.
Sabía que tendría que volver a su departamento, pero le resultaba difícil el tener que regresar a ese sombrío lugar con su pintura descarapelada de las paredes, las barras de metal en las ventanas y la desagradable vista hacia el hogar de al lado. No deseaba regresar a ese horrible lugar donde había vivido durante más de un año. Su mundo ahora se había vuelto complicado e intrigante; no lamentaba haber espiado a Milán y a sus amigos durante todo ese tiempo. Si llegaran a descubrirlo, no lo entenderían jamás. El lugar en el que trabajaban, al que habían dedicado tanto tiempo, estaba involucrado en cazar y desaparecer criaturas como él. Ellos no querían entender que el mundo en el que viven no era solo suyo y que los humanos no eran lo único que importaba.
Isaac llegó a su viejo piso un jueves por la tarde. Al día siguiente, se presentó a trabajar y por la noche comenzó a pintarlo. El sábado por la mañana se encontró con Emma en el supermercado, y ella se invitó a pasar el día con él. Ella se había comportado extraña toda la semana, estaba más al pendiente y siempre intentaba que no se sintiera solo. Isaac aceptó sin objeciones a pesar de que no eran muy cercanos. Ninguno tenía auto, así que caminaron durante unos minutos en silencio, simplemente disfrutando de la compañía del otro.
—Vamos por aquí —dijo Emma, señalando hacia una dirección.
Atravesaron lugares sucios, pero la tranquilidad y el silencio del entorno hacían que el trayecto valiera la pena. Llegaron a casa de Isaac, un edificio con una torre de departamentos ennegrecida desde sus cimientos con pequeñas ventanas cuadradas en el extremo opuesto.
Isaac nunca habría imaginado que en tan solo una semana encontraría en Emma a una muy buena amiga. Ni Wólfram ni ella le habían preguntado lo sucedido entre él y Milán. Con un café en sus manos, subieron al tejado. Emma se sentó en una especie de barricada de cemento mientras sus pies jugaban con la viscosa superficie de grava.
—Sé que todos se preguntan qué es lo que pasó —mencionó Isaac.
—Lo que sucede entre Milán y tú no es asunto mío —dijo Emma finalmente—, pero también eres mi amigo, él se fue y no quiero que estés solo.
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Ciclos Eternos
FantasyEn un mundo donde la verdad es esquiva y lo inesperado se convierte en cotidiano, humanos y seres extraños coexisten en un delicado caos. Milán, atrapado en la monotonía de su rutina diaria, siente un vacío que nunca ha podido llenar. Por otro lado...