17. Cadenas de Niebla

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Después de una noche sin descanso e incluso un día más inquieto, el sol se puso en Grecia, y finalmente había llegado el momento. Mientras el Consejo desaparecía de la sala del trono para batallar contra un enemigo que ya no tenía una plegaria de derrota, cerré los ojos y me deslicé en mi visión.

Irene estaba esperándome para cuidarme, exactamente donde le dije que estaría. Sin embargo Jerry no estaba en su cuna. Los brazos de Irene estaban vacíos, y Cronos no estaba en las sombras arrullándolo.

Lisa debía de tenerlo entonces. Al menos se encontraba con su madre, un alivio me recorrió el cuerpo.

Espiando ansiosamente por la puerta, Irene presionó sus labios juntándolos, olvidando que la estaba esperando. Miré sobre su hombro y seguí su mirada por la ventana que daba al pasillo. A través de ella vi media docena de pequeñas formas atacando una niebla opaca. La batalla de la tarde había comenzado.

—¿Jennie?—dijo Irene, girándose tan repentinamente que no tuve tiempo para moverme fuera de su camino. Pasando a través de mí— ¿Estás aquí?

Ni siquiera me molesté en responder. No sería capaz de oírme, así que no serviría.

Ella miró la guardería vacía, y sus hombros se hundieron.

—Lo siento. Sé que no quieres oírlo pero es verdad. Te juro que no sabía lo que Kai estaba planeando.

¿Eso era? ¿Otra ronda de disculpas? Bufé y cerré mis ojos, lista para regresar al Olimpo. Vine. Escuché. Ya no iba a malgastar mi tiempo con esto.

—Sé que lo último que quieres es creerme.—la voz de Irene hizo eco mientras me deslizaba de regreso al Olimpo— Pero necesito mostrarte algo.

Bruscamente me di la vuelta a la guardería, hambrienta de esperanza. Mirando alrededor como si no estuviera segura de que estaba allí, Irene salió del cuarto; y la seguí pisándole los talones.

Me condujo hacia abajo por el pasillo y la estrecha escalera que usé el día anterior. Nos detuvimos en el mismo nivel que contenía mi prisión, y mi estómago explotó con mariposas. ¿Adónde me estaba llevando Irene? No había posibilidad de que Kai estuviera reteniendo a Lisa allí abajo, ¿O sí? ¿Tendría a Nix también allí?

Irene se detuvo en la puerta. Era la habitación de Seulgi. El sonido de metal contra metal rasgó a través del silencio, mezclándose con sus gritos. Me estremecí, pero Irene abrió la puerta empujándola y entró precipitadamente. Me apresuré tras ella.

—Juraste que te detendrías.—dijo ella, y me tomó un momento darme cuenta de que no me hablaba a mí— Hice lo que me dijiste. Ahora mantén tu parte del trato.

Kai se paró en medio de una húmeda habitación con estantes oxidados. Restos desechados de metal y docenas de armas; algunas brillando débilmente y otras nada más que trozos de acero, apoyadas en cada superficie.

Las armas de Seulgi.

Justo en el centro de la habitación alguien había soldado una silla de metal al piso con la niebla opaca. Seulgi se desplomó contra ella, ensangrentada y destrozada en todas las formas en que una Diosa podía estarlo. Estaba medio consciente, su rostro cortado y con marcas púrpura; su cuerpo era una colección de cortes y moretones. Lo más notable era que su cabello largo había desaparecido y ahora en su lugar lo tenía tan corto que ni siquiera lograba tocar sus hombros. Las puntas de su cabello se volvían más disparejas cuanta más atención le ponía por lo que deducía que Kai se lo había cortado de la forma menos amable.  

—Tu parte de nuestro trato no ha terminado aún.—dijo Kai poniendo dos barras de acero en un estante. Sus músculos tensos brillaban por el sudor, sacó un pañuelo de su bolsillo y comenzó a limpiarse la sangre que le había salpicado— Hubo pequeños cambios, Lisa se mantendrá con vida hasta que yo lo diga... hasta entonces debes ocuparte de Jennie.

GODDESS RETURN | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora