Mixoma en el corazón, padecimiento que puede ser mortal si no se trata, a veces este no se muestra hasta que yace un avanzado daño en quien se desarrollar. Puede ser genético o puede desarrollarse sin antecedentes de él en la familia.
Luffy, un uni...
Después de una semana decidieron que estaba listo para salir, aunque con la condición de venir todos los fines de semana a un chequeo. El doctor Trafalgar es un medico genial.
—¿Mareos?
—A veces, muy leves, pero he comido mucha carne para no tenerlos —respondo mientras mis pies van y vienen colgando de la camilla.
—Eso no ayudará mucho —anota algunas cosas y mira mis pies. —¿Dolor de cabeza o pecho? —su mirada vuelve a sus hojas y regresa al movimiento de mis piernas.
—No, nada de eso. Sanji me pregunta lo mismo todos los días, cree que me escondo de ellos cuando me duele. Pero no lo haría, porque eso solo traería más problemas.
—Definitivamente los traería —puedo ver su ojo cerrarse en un tic nervioso. —Su pie.
Paro.
—¿Qué tiene? —miro mi pie. Sobre él camina una pequeña arañilla. —¡Oooohhh! Es tan pequeña —mis distraigo viéndola caminar por mis manos mientras hago maniobras para que no tenga una caída directa al suelo.
Torao dice algunas cosas para sí mismo, revisa mis hojas, se pasea en el cuarto viendo medicamentos e instrumentos.
—¿Las arañas se enfermaran? —pregunto el aire. —Sería malo, porque no hay doctores que las ayuden. —Por fin me acerco a la ventana y dejo salir a la pequeña dejándola sobre la rama del árbol. Si no hubiese ventana ese árbol le haría compañía a Torao metiendo sus enormes ramas.
Torao ignora mi pregunta y toma asiento en su escritorio. —Ven, estos son los medicamentos de esta semana.
Me quedo a su lado mirando con atención lo que escribe. Su letra es bonita... entendible... Escribe rápido.
Voltea la mirada a donde yo estoy, y nuestros rostro se aproxima a una distancia tan pequeña que puedo notar lo largas que son sus pestañas. Me alejo inmediatamente y me concentro en ver lo que dice su hoja.
—No son tantos como la semana pasada —trato de leer lo que dice pero me rindo. Tiene sus manos cubriendo su rostro así que solo niega.
Suspira y me mira. —Hay un mejoramiento, así que no son tan necesarios los demás.
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Salgo de su consultorio con una sonrisa. Torao es muy genial, siempre está atendiendo a muchas personas y salvandolas, eso es algo de admirar, aunque siempre tiene esa cara que demuestra que no ha estado durmiendo lo suficiente.
¿Será que no está comiendo suficiente carne? Debería decirle a Sanji que venga y le traiga esas deliciosas comidas que prepara en el restaurante de su abuelo. Definitivamente le encantan, a todos nos encantan.
Es sábado, así que saliendo del hospital me dirijo a casa de Zoro, quedamos en pasar la tarde jugando videojuegos.
Zoro aunque no me lo dice, sé que se la pasa tratando de cuidarme. No me gusta que crean que soy débil, la enfermedad estaba en mí cuando jugábamos hace unos meses, lo único que cambió es que ahora lo sabemos, no deberían tratarme diferente.
La tarde pasa y es hora de que regrese a casa, a nosotros se ha unido Sanji y aunque crean que yo no lo noto ellos cada día se hacen más amigos, ya no pelean tanto y cuando reímos se miran el uno al otro, definitivamente serán los mejores amigos dentro de poco.
Salgo a casa y en el camino repaso con Sanji las partidas que me hicieron ganar.
—Definitivamente eres el mejor en ese juego. Podrías jugar en un campeonato.
—Shishishi, me alagas.
Seguimos bromeando hasta llegar a su casa, es enorme, y vive ahí con sus hermanos y su padre. Sus hermanos son geniales, aunque desde pequeño han molestando a Sanji porque no quiere estudiar lo mismo que ellos y su padre.
Me despido de él y bajo los cuatro escalones que dan directo a la acera. Mi cuerpo se siente pesado y mi cabeza duele.
Escucho a Sanji gritar mi nombre y caigo al suelo.