Capítulo 1

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ARQUÍMEDES

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ARQUÍMEDES

No recuerdo la última vez que toque a alguien y seré sincero conmigo mismo, a veces parece un sueño. Fue en mi cumpleaños de 11, el año anterior padre invirtió en un negocio ambicioso y por suerte las ganancias fueron una bendición para la familia. Nueva casa, deudas pagadas, y por primera vez me hicieron una fiesta de cumpleaños con cientos de invitados los cuales no conocía. Mi madre me obligo a saludar a todos y a cada uno de los invitados junto con sus asquerosos hijos.

Fue asqueroso y antihigiénico, sus alientos olían a alcohol no podía soportar estar entre tanta gente, me asfixiaba.

Llevo más o menos 5 años sin tener contacto con nadie, tengo tutores privados, pero padre ha insistido que tengo que salir, como si fuera tan fácil. No es para nada sencillo tener que salir a un mundo que no está hecho para mí.

Comencé a ahogarme en el agua y saque la cabeza tomando un bocado de aire buscando alivio para mis fosas nasales. Me doy un baño antibacteriana una vez a la semana, según mi madre estoy siendo algo exagerado, pero ella no lo entiende, es necesario.

Tengo miedo, no puedo evitar pensar en lo que puede pasar si salgo de la casa, estaré vulnerable allá afuera, lejos de mis cuatro blancas paredes de protección. ¿Qué escusa voy a poner hoy? Madre lleva tres días tratando de llevarme a la escuela.

El primer día tuve un ataque de pánico, ese fue real. El segundo fingí un ataque de asma... ayer no fui porque logre convencer al chofer de que le dijera a mi madre que el coche no encendía, se me acabaron las escusas, tal vez no soy tan inteligente como pensé.

Golpearon a la puerta del baño, claro que era madre, nadie aparte de ella se atreve a interrumpirme mientras me baño.

— ¡No más excusas!— grito detrás de la puerta. — ¡Hoy iras a la escuela!

— ¡No voy a ir!— grito como respuesta. Tenía que pensar en una excusa nueva. — ¡Se burlaran de mí!— La peor escusa del mundo: miedo al rechazo.

— ¡Nadie se burlara de ti!

— Con el nombre que me pusieron, es claro que seré la burla de la escuela­.

— ¡Tu nombre es hermoso!— grito de nuevo. Tome mi toalla para secarme el cuerpo con ella.

Arquímedes Mondragón Guevara, me gustaba mi nombre. Pero las personas que me conocían siempre hacían bromas con él, además mis padres tampoco tienen un nombre muy normal.

Abrí la puerta y asome solo la cara encontrando a mi señora madre ya arreglada y lista para irnos mientras que yo solo tenía mi toalla en la cintura.

— Deja de huir del mundo hijo. Algún día tendrás que enfrentarlo, y quiero que comiences ahora, porque... más tarde te dolerá— termino y giro para irse a la puerta. — Te quiero listo ¡Ya!

No podía negarme a ese hecho. Me asegure de cambiarme como una persona normal. Pero necesitaba protección, una armadura. Antes de ponerme mi saco amarillo de plástico volví a lavarme las manos. Salí de mi habitación y madre me dio una mueca de sorpresa, al parecer no se imaginó que iba a salir con guante, cubre bocas y antiparras transparentes. Suspiro mientras paso a un lado de ella.

— ¿No pudiste mejor ponerte un traje de astronauta?— voltea a verla y ella me dejaba ver su sonrisa amplia y hermosa, riéndose.

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— Eso es una buena idea— bromee y camine de nuevo a las escaleras. — Deberías comprarlo y después voy a la escuela.

— Eso sí que no, Arquímedes— dijo apuntándome mientras se ponía en frente de mí, tomando su distancia. Sabía que no me gustaba el contacto físico.

Madre me ha tenido mucha paciencia desde que comenzó todo esto, mucho más que padre.

— Vámonos ya— me ordeno. No tenía más remedio que obedecer. Camine a un lado de ella fingiendo que le estaba poniendo atención.

La casa era amplia y grande, nuestras pisadas se escuchaban en todas partes, paredes de color mármol, a un lado de la puerta nos esperaba el mayordomo con mi mochila de tela color turquesa. Solo la veo, era nueva pero, no tenía confianza de tomarla. Pensaba en hacerlo, sin embargo mis manos no se movían.

— Tranquilo hijo. La mande a esterilizar, dos veces— me dijo madre sonriéndole al mayordomo, este se acercó a mí con la mochila en sus manos. Un impulso recorrió en mi cuerpo que me hizo dar un paso hacia atrás. — Arquí, tranquilo, solo toma la mochila, se nos hace tarde.

Si tan solo eso fuera tan fácil, respire tratando de que se viera normal y mis manos temblorosas tomaron la mochila. No había problema, tenía guantes, no había problema, tenía protección, la habían esterilizado, no tenía que haber problema, ningún problema.

Si pensé que la mochila fue un reto, ver el merco de la puerta me hizo sostener el aliento, mi corazón estaba en mi garganta y mis pies se clavaron en el suelo mientras veía a mi madre caminar hasta el auto estacionando bajando las escaleras de la salida. Lo hacía tan fácil, tan natural, que solo podía maldecirme. Madre me invita a salir con la mirada, los rayos de sol le pegaban en su cabello rubio e iluminaban sus ojos.

— No me obligues— le suplique. Ella sube de nuevo las escaleras pero sin acercase demasiado.

— Tienes que comenzar a vivir— me dijo extendiendo su mano invitándome a salir.

Trague saliva, comencé a ser consiente del peso de mi cabeza, mareado, iba a desmayarme, lo sabía. Me colgué la mochila esperando a que eso me diera el valor que necesitaba para dar el paso divino. Con mis manos en las correas vi al suelo. Solo era un paso, un maldito paso. Despegue mi talón de suelo, no sabía lo pesados que eran mis zapatos hasta ahora, inconsciente y muy nervioso, estaba sudando lo que era asqueroso. Veo al suelo y mi pie estaba afuera, literalmente tenía un pie fuera de la casa.

Espere un poco, sentí el ligero viento de afuera en mi cabello.

— ¡Si, mi amor! Es casi como cuando diste tus primeros pasos— comento madre sonriendo y dando saltos de emoción. No sabía que necesitaba esas palabras.

Finalmente di otro paso hacia adelante, como decía mi abuela, siempre para adelante, nunca para atrás.

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