Capítulo 24

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ARQUÍMEDES

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ARQUÍMEDES

—Al parecer tenia bulimia y nadie lo sabia...— le dije a la doctora con mis manos entre mis rodillas, estaba nervioso por la sesión de hoy o mejor dicho, como terminaría. —Nunca pidió ayuda y creo que tampoco lo escuchaban, pero no se los detalles, ahora el asunto recayó en sus padres los cuales no han dicho ni una palabra, después de que la ambulancia se lo llevara nos pidieron discreción.

Le había contado todo lo que paso en la semana. Desde mi erección, la cena fallida de mi padre, la fiesta de Yeya, hasta lo que ocurrió con Francisco.

—...Se que no tenemos mucho tiempo y que es muy escandaloso que le cuente todas las cosas así. ¿Sabe? No se porque estoy aquí...

—Estamos en terapia...

—No, doctora, no se porque estoy aquí, en esta situación. Hace una semana me pregunto si había intentado ser normal, pues ahora me doy la libertad de decir que ya lo intente...—Levante la mirada para ver a mi doctora que tenia la vista fija en mi. —, hasta día de hoy me causa conflicto lo que paso en la casa de Yeya y en...

—¿La cena?—Completo ella.

—No quiero ser el siguiente que de un paseo en ambulancia—Se me hizo un nudo en la garganta.

La imagen de los paramedicos haciéndose cargo de Francisco no dejaba de aparecer en mi cabeza. Estaba aterrado en ese momento, ¿Francisco podría escuchar todo lo que decían a su alrededor? ¿Le dolía estar así? ¿Cuanto tiempo se estuvo matando frente a nuestros ojos y no nos dimos cuenta? Solo hasta en ese momento nos percatamos de lo delgado que era Francisco, lo pálido que se veía y sobre todo, ¿nadie sospecho realmente porque le daba "alergia" todo? ¿Que abría pasado si yo no hubiese estado ahí?

Me causaba terror pensarlo.

—No sé cuando fue que se me salio todo de las manos. Estaba en control—confesé siendo sincero, realmente sincero por primera vez en cinco años. —Quiero volver a tenerlo, quiero el control en mis manos y no soltarlo nunca...pero no se ni por donde empezar...

—Empecemos por el principio... ¿Que paso con el señor Hugo?—preguntó.

Sabía en lo mas profundo de mi que iba a empezar con eso... ¿Estaba listo para hablar? En la fiesta de Yeya casi se lo digo a Cesar... inconscientemente pase mi mano por mi cicatriz en el hombro.

—¿Que le hizo a tu amigo Jacobo?—volvió a preguntar.

—Lo tocaba...—confesé. —En todas partes.

Los labios de la doctora se convirtieron en una linea, parecía que no era la primera vez que le contaban algo así.

—No entre a la habitación. No pude tan siquiera abrirla por completo—Trataba de no llorar y transportarme de nuevo a ese momento.

—¿El señor Hugo te toco también a ti?—Negué, y volví a levantar la mirada.

—No—Sentía vergüenza al admitirlo. —Cuando termino salio del cuarto... yo me escondí para que no me viera. Después entre cuando el señor Hugo ya se había ido, Jacobo estaba llorando dentro y trate de preguntarle por lo que le sucedía, me empujo y caí en las herramientas de los intendentes...

Ya no podía hablar bien. Pero lo que paso fue lo peor. Jacobo una vez que se volvió a poner la ropa y que me aventara a las herramientas me grito que todo era mi culpa y que me odiaba. Me dejo de hablar casi por un año, hasta que me compraron mi primer celular. Mi madre le pidió a la suya el número de Jacobo para que pudiéramos conversar. No respondió mis primeras 15 llamadas, hasta que un día antes de mi cumpleaños me llamo para felicitarme y decir que no volvería a una fiesta mía, le dije que estaba bien porque no volvería a festejar mi cumpleaños nunca mas y que con escuchar su voz bastaba...

Parecía que las cosas iban a ir bien, hasta que recibí la llamada para decirme que se había suicidado.

La doctora me dejo hablar hasta el final, con atención y sin esperar nada de mi. Cuando termine de contar ella me sonrío y dijo que todo estaba bien, que no me preocupara por lo que vendría, ya que había dado un paso gigante.

—Jacobo se murió porque el señor Hugo lo toco... yo también moriré pronto—vi la mano con la que había tocado al señor asqueroso. —Sera mas lento, pero la muerte vendrá a mi.

—En eso te equivocas, Arquimedes— me dice dándome esa mirada, la que te dan cuando van a darte un diagnostico que te alargara la vida. —Estoy aquí para ayudar a que eso no pase. No morirás, ¿Me crees?

Desvié la mirada un segundo. ¿Me decía la verdad? Cerré mis ojos y asentí, estaba mintiendo claro, pero trataría.

Cuando llegue a casa con mi madre a un lado nos llevamos la sorpresa de que padre estaba ahí, era horario laboral, así que si estaba ahí significaba que estaba listo para gritarme. Se acercaba a paso lento, estaba listo. Grítame todo lo que quieras padre, puedo con ello.

En cambio, solo me rodeo con sus brazos y eso hizo que entrara en pánico, pero tampoco lo aleje. Contuve mi respiración mientras veía al techo.

—Escuche lo que te paso en la escuela—dijo, se alejo y con su pulgar acaricio con suavidad mi mejilla, todavía se notaba el golpe que me había dado Francisco que a pesar de no haber sido muy duro me dejo un moretón. —¿Te encuentras bien?

¿En serio me lo esta preguntando? ¿De verdad esta parado en frente de mi preguntándome si estoy bien? No me esta gritando, no me esta reprochando de nada. ¿Que esta pasando?

Asentí lento cuando mi voz no salio por si sola.

Esa tarde nos quedamos platicando por horas de cosas nada importantes, como el clima, el color de nuestras camisetas, el uniforme de la escuela... no tocamos ni una vez el tema de la cena, era como si se le hubiera olvidado, pero no me quejo, hace años que no hablaba con tanta tranquilidad con mi padre, incluso nos reímos, mi madre igual.

Aunque vivamos juntos nunca habíamos pasado tanto tiempo juntos.

CLEAN BOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora