Capítulo 8. Pasado

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Cuando Daniel se levantó aquella mañana para iniciar su día de trabajo, nunca imaginó con ver los demonios de su pasado y que hicieron que se convirtiera en la persona en la que se había convertido por las viejas heridas que no se había permitido sanar.

Pero que justo ahora cuestionaba si realmente habían sanado o solo había sido una confusión todo este tiempo.

Cuando llegó a la empresa lo primero que hizo fue directamente llegar a su oficina para acomodar los pendientes del día, y si le daba tiempo, pasar la noche con Leah ya que ansiaba poder dormir a su lado y sentir como sus manos acariciaban su cabello y trazaban pequeños patrones sin rumbo alguno sobre su espalda. 

Pero nada de lo que planeaba salía aquel día.

Desde los retrasos de un par de pedidos, hasta la cancelación de un importante contrato que le había asegurado a su padre que lo tenía todo controlado. Y como si fuera poco, uno de sus colegas más prestigiados se había trasladado a una de las empresas amigas, dejando su puesto a la disposición de aquel candidato que considerara indicado.

—No, Marcus. Entiendo, pero necesito que tú califiques a la persona indicada para que ocupe tu lugar, no estoy del todo familiarizado con tu área de trabajo y me sería difícil poder capacitar a alguien, prefiero que me mandes a una persona que sea de tu confianza y conocimiento.—Habló con el celular entre su oreja y hombro mientras acomodaba los papeles sobre su escritorio, queriendo dar un poco de orden a su desastroso día. 

—Está bien, Daniel. De hecho, me adelanté y se supone que tu asistente tuvo que revisar el archivo que le mandé con la información, solo es cuestión de mostrarle el lugar, espero que puedas darte un minuto para guiarla.

—¿Guiarla? ¿Entonces tendremos a una chica estando en tu lugar?—Se sorprendió ante ello pero no le tomó importancia.

—Está buscando experiencia laboral, me ofrecí a ayudarla porque siempre me ayudó cuando llevaba el trabajo a casa. Confía en mi, ella conoce ya mi forma de trabajar y la capacité tanto como el tiempo me dio oportunidad, pero ahora necesito que tú lo hagas.

Asintió como si lo pudiera ver y aprisionó su labio inferior entre sus dientes mientras leía el documento frente a su pantalla. —Claro, yo me hago cargo del resto. Te dejo, debes de estar iniciando tu primer día en la nueva empresa. 

—Voy en camino, espero tu llamada para darme informes de la nueva chica. ¡Suerte!—Sin esperar una respuesta, la llamada fue cortada y dejó su celular entre la montaña de papeles. 

La puerta de su oficina fue tocada y abierta, revelando la presencia de su asistente con la característica agenda entre sus manos y una sonrisa cordial como cada mañana.

—Buenos días, Daniel. ¿Te enteraste de la nueva chica que tomará el lugar de Marcus?—Habló mientras se acercaba y dejaba la agenda frente a él.

No era de extrañar que dejaran de hablarse sin cordialidad, tenían años de amistad y mientras estuvieran solos o con conocidos podían dejar los saludos y referencias formales, 

—Uh, sí, ¿Ya llegó de casualidad?—Centró su vista en la agenda.—Por cierto, te pido que pospongas la reunió de la tarde y si puedes moverla para la próxima semana, al igual que la de mañana pero esa quedará pendiente por el momento, tengo trabajo por hacer y trayendo las reuniones a colación solo incrementará. 

—Acaba de llamar para confirmar la ubicación y no tarda en llegar, ¿Quieres que la guíe o puedes encargarte de ella?

—Yo me hago cargo, ¿Algo más que tenga que hacer el día de hoy?

Negó con una sonrisa. —Es todo, te aviso cuando llegue.

Asintió mientras volvía a enfocar su mirada hacia la pantalla, pero justo cuando parecía ya no haber ninguna otra interrupción, vio como el teléfono parpadeaba.

Había llegado.

Se levantó mientras acomodaba su corbata y el reloj adornando su muñeca; Guardó su celular en el bolsillo y se dispuso a salir, abriendo la puerta en un rápido movimiento y encontrándose cara a cara con la última persona que imaginó volver a ver después de todo el año afligido. 

Porque tenía al mayor demonio de su pasado frente a su rostro, con una expresión detonando sorpresa. 

—¿Daniel?—El característico tono agudo no había cambiado con el tiempo, y solo martilleó sus oídos con agonía. 

—Señor, le presento a la señorita Megan, será quien remplace al señor Marcus por este tiempo.—Rachel, su secretaria, habló señalando a la mujer a lado suyo, pero por sus expresiones se percató que algo ocurría.—¿Acaso ustedes se conocen?

—Sí.

—No, realmente no.—Farfulló en contra cuando escuchó la afirmación y frunció el ceño. Tenía que ser flexible y no dejarse llevar por sus impulsos, pero justo en ese momento le era difícil pensar con claridad y no sentirse abrumado por los recuerdos agrios que llegaban a su mente.—Rachel, ¿Podrías indicarle a la señorita donde estará su lugar de trabajo? Recordé que tengo un compromiso por lo que tendré que salir por un momento, ¿Podrías hacerte cargo?

Cuando vio la mirada casi suplicante en su rostro y el gesto por querer salir de ahí, asintió.—Claro, estaré al tanto de cualquier situación.

Dio una leve inclinación con su barbilla en agradecimiento y salió disparado hacia el ascensor, ignorando las miradas curiosas sobre su espalda y presionando el botón de la planta baja tan pronto como pudo acceder a la cabina y esperando a que las puertas se cerraran. 

Y cuando por fin logró estar en la soledad del ascensor y pudo sentir que podía respirar, colocó su espalda sobre una de las paredes y cerró los ojos mientras los recuerdos y las emociones amargas llegaban como un tren de carga sin frenos, haciendo que las barreras que tanto le habían construido levantar pero que se habían fragmentado con el tiempo volvieran a surgir con mayor seguridad y una fina capa de sudor cubriera su frente. Sintió el malestar en la boca del estómago y quería sollozar en el piso del ascensor, pensar que era un mal sueño y que podría despertar y volver a iniciar el día sin ningún mal presagio. 

Pero era su realidad, no podía despertar y tampoco creía poder enfrentarla, porque cuando las puertas del ascensor se abrieron y le dieron vista al vestíbulo donde las demás personas transitaban para llegar a sus destinos, se sintió preso del miedo y de la angustia, pero no se permitió mostrarse vulnerable frente a esa gran cantidad de personas, por lo que salió y se dirigió al asfalto donde pudo ser recibido por una brisa fresca que calmó parte de su ataque y enfocó la mirada en la avenida, viendo los automóviles pasar y las personas cruzando de esquina a esquina. 

Tomó asiento en uno de los cercos que se encontraban frente a la empresa y perdió su vista entre un punto sin sentido sobre la cera, su mente maquinando tan rápido como podía y permitía. 

Pero sin darse cuenta que alguien, desde unos cuantos pisos más arriba, sonreía por verlo actuar tan vulnerable como la última vez, formando las mil y un razones del porqué podría actuar de esa manera. 

Y disfrutaría de investigarlo. 

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