Capítulo 10

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No podía separar mis ojos de su increíble apariencia. Tan juvenil, creo que mi boca quedó abierta ante tal sorpresa, porque él, rio fuerte y me agitó la bolsa en la cara.

— Traje donas. — Me encantaban las donas. Le puse una sonrisa estúpida, lo sabía. Aunque no podía verme. Di un paso al costado y lo dejé pasar. Instaló un beso sonoro en mi frente y cerré la puerta con llave, apoyándome en ella mientras lo seguía con la mirada. Después de esa tarde en el lago, nuestra amistad fue creciendo, nos divertíamos más en las horas de trabajo y ya habíamos dejado de tener esa estricta distancia fuera de el.

— ¿Qué? — Me pregunta.

— Pareces tan despreocupado. — Le contesto. Ya no quería contarle lo que había descubierto, quería que mantenga esa actitud. Le sentaba demasiado bien y era tan lindo verlo así, se daba en muy pocas ocasiones. Contadas ocasiones en realidad, y cuando estaba en ese estado, era mucho mejor, más llevadero, más amigable, más atractivo...

— Es fin de semana. Estoy, muy entrada la noche, tomando café, con la mejor compañera de charlas y me necesitas, si no, no me hubieras mandado mensajes. Así que sí estoy contento que, después de tantos meses, dependas una vez de mí. — Reí. Realmente nos habíamos vuelto muy cercanos. Olvidé por un momento lo que tenía que decirle. Fui a la cocina y él me siguió, instaló las donas en una fuente de plástico, mientras yo servía el café. Antes de que yo llegue a la mesa para hacer lugar, él ya estaba mirando los malditos papeles.

— ¿Qué mierda pasa aquí? Averiguaste quién nos ha estado robando, ¿Cierto?

Su rostro se había desfigurado completamente, ese aspecto jovial y tranquilo había desaparecido y en su sitio estaba el frío y enojado hombre de negocios. ¿Nos? Le estaban robando a su empresa y él pensaba en todos. En plural. Era un genio. Sí, él había estado sospechando vagamente de que algo pasaba, por eso confío en mí para que revise estos documentos.

— Sí, perdón Michael, pero tenía que mostrártelo, apenas acabo de comprobar todo.

Le expliqué lo que había encontrado Maggie y le detallé el algoritmo que había utilizado para ver los movimientos bruscos de ciertos días al mes. Fue asintiendo a todo lo que le iba diciendo, prestando atención con el semblante demasiado serio. Pasaba de enojado a hervir como una pava, muy rápido. Empezó a caminar con pasos firmes en mi pequeño comedor, mientras verificaba cada papel de mi investigación. Yo me mordí las uñas. Estábamos en un silencio aterrador.

— No te muerdas las uñas. — Me retó y no sabía por qué le había hecho caso. Creo que no quería ponerlo más nervioso. — Necesitamos un plan para descubrir, cuándo y con qué excusas, Albert sale con tanto dinero en efectivo para ella. — Me dijo un poco más tranquilo, tomando mi café. — Y necesito agarrar a ese pedazo de mierda por las pelotas, tirarlo a la calle y demandarlo por fraude. — Acotó, volviendo a enfurecerse.

— ¡Oye, macho alfa! Con esa inteligencia no llegaremos al fondo del asunto. Si bien tienes pruebas suficientes para ir contra él. No puedes dejar pasar esto por alto. Hay alguien más involucrado.

Me miró y su mirada se suavizó, acercó una silla frente a mí y tomó mi mano. 

— Tienes razón. Si no tendría tu jodido sentido común en este momento. Estaría yendo a su casa y llenando su cara de moretones.

Me sonrió de lado por su idea de hombre de las cavernas y me derritió. Lo miré embobada, con una tonta sonrisa en mis labios. Mi jefe estaba convirtiéndose en algo más que una persona cercana poco a poco y me sorprendí. Scott, con mucho disimulo, se estaba metiendo dentro de mi mente y mi corazón...

— Soy lo mejor que has contratado en el último año. — Disimulé intentando esconder, mis recientes conclusiones.

— Nuevamente, tienes razón, mujer. — Era adorable cuando me llamaba así. Me gané otro beso en la frente.

Mi Futuro [Terminada]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora