01 | De pantaleta y otros extravíos

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01 | De pantaleta y otros extravíos

Alice

Siempre he intentado ser una persona muy precavida y cuidadosa. Siempre he intentado pensar muy bien las cosas antes de actuar. Sin embargo, el sábado en la mañana, cuando me despierto desnuda, en una cama y en una habitación que no es mía, pero que conozco muy bien, sé que la he cagado.

Nunca se sabe qué es lo que puede pasar un viernes en la noche, cuando tu mejor amiga te convence para asistir a la mega fiesta que ha dado. Pero yo sí lo sé. Lo sé incluso antes de girarme.

No estoy sola, y puedo sentirlo. Tengo su miembro pegado a mi trasero, con su pecho en mi espalda; su brazo rodeando mi cintura y su mano abierta sobre mi vientre. Siento su respiración moverme el cabello suelto y los vellos del cuerpo se me erizan.

No recuerdo mucho de lo ocurrido anoche, tampoco sé cómo llegué hasta aquí, mucho menos sé con quién estoy, y eso es lo peor de toda esta situación.

Me duele la cabeza, las sienes me palpitan, apenas puedo pensar con claridad.

Es la primera vez que tengo resaca.

Que horrible se siente esto.

Jamás volveré a beber.

Mi suerte es la peor del mundo, ¿no creen? Primera vez que me dejo convencer para ir de fiesta y termino borracha, en una cama con un completo desconocido.

Aunque, bueno, en realidad no es del todo un desconocido.

Todos los chicos que estuvieron ayer, en la fiesta que organizó Michelle – mi amiga – van a último año de la preparatoria en la que estudio, por lo que sé que este chico debe ir a mi curso. Y no sé si eso mejora o empeora la situación. Porque sí, todos los chicos que van a mi curso son unos idiotas. Nada comparado a mi más reciente amor literario. Ese nunca me ha roto el corazón.

Tal vez deba levantarme y marcharme antes que despierte.

Sé que estoy en la habitación de huéspedes de la residencia Smith – la casa de Michelle – por lo que mi intención es irme de aquí para buscarla y obligarla a llevarme a casa. No le puedo decir a mi padre que venga por mí. Primero porque no quiero que me vea en estas fachas. Segundo porque le he mentido. Le dije que iba a estar en casa de Michelle y que me iba a quedar toda la noche con ella, viendo una película, y estoy segura que los autos y el desastre que hay en el jardín van a delatar lo que anoche ocurrió.

Pobre señorita Perry, tendrá que limpiar mucho hoy.

Justo cuando estoy a punto de incorporarme, el desconocido se mueve.

El corazón se me detiene y dejo de respirar, temerosa ante la idea de que, quizá, se ha despertado. Rezo para que no sea el caso.

Para mi suerte, el chico no hace más que moverse. Le echo una miradita sobre el hombro y me encuentro con que se ha colocado boca abajo, con la cara escondida entre las almohadas, bloqueando cualquier vistazo de su rostro.

Cuento hasta tres solo para asegurarme que, efectivamente, ya no despertará, e intento sentarme. Sin embargo, un mareo intenso se apodera de mi cuerpo y vuelvo a caer sobre la cama. El estómago se me revuelve, tengo náuseas. Doy varias inspiraciones profundas y me las arreglo bastante bien para no vomitar. No quiero tener ningún tipo de accidente desagradable.

Cuando me siento mejor, intento volver a sentarme. Esta vez tengo éxito. Le echo una miradita a la estancia y busco mi ropa. Está tirada cerca de la puerta, junto a la ropa del chico.

Curiosa lo miro.

Su respiración es lenta y rítmica, y detallo lo poco que veo.

Tiene la espalda ancha llena de pecas, su piel es clara y los músculos de sus brazos se marcan. Tiene el cabello negro revuelto, y debido a la montaña que se alza más abajo, debajo de las sábanas, noto que tiene un culo muy bueno. No hay mucho que me pueda dar detalles para descubrir su identidad, sobretodo porque la mayoría de los chicos que van a mi curso cumplen con esas características.

Todo lo que juntos podemos ser ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora