Linaje Bastardo (N.H #2)

I

[Adara]

Pestañeo un par de veces, la doctora me obliga a seguir con la vista un pequeño, pero al mismo tiempo potente destello que irradia desde la yema de su dedo índice. Es una nobleza de Helligkshine, los años de la experiencia se dibujan sobre su diamantina piel; no viste los colores de su reino, lleva una bata blanca. Los doctores del mancillar vestían harapos con un sinfín de manchas de todas las tonalidades, era fácil deducir la procedencia de cada una, pero en mi caso, era algo que no me quería imaginar en ese entonces, ya que solo podía torturar a mi mente al pensar que un día mi sangre podía formar parte de aquellas telas que contaban un sinfín de historias, la gran mayoría con finales trágicos. Casi tuve un final trágico, pero no llegó a ser realizado.

Mis manos se sienten aún entumecidas, al flexionar los dedos, un hormigueo se hace presente, al igual que un dolor punzante que hace unos dos días no se podía percibir. La doctora procede a quitar las vendas de mis manos, la piel luce mucho mejor que antes, la primera vez que las vi, creí que serían amputadas, la piel en ese entonces tenía una tonalidad morada, mis uñas de un azul tan oscuro como la noche, ahora están agrietadas y llenas de costras ensangrentadas, pero ya no lucen como las manos de un cadáver. Aún tengo miedo de flexionar los dedos, tengo el presentimiento de que, si lo hago, uno de ellos terminará cayéndose. La doctora procede a tomar una varilla de metal que está sobre la mesita giratoria a un lado de mi cama, la ha utilizado anteriormente para pinchar ciertas zonas de mis manos. Coloca la palma bocarriba para iniciar así la evaluación.

—¿Siente eso? —inquiere mientras pincha la base de mi dedo anular.

Asiento.

No siento dolor, es más como una presión, la piel en mis manos aun no regenera del todo sus terminaciones nerviosas. La doctora presiona con mayor fuerza la varilla sobre mi dedo, pero nada, aun no siento dolor, solo presión. Percibo como la varilla traspasa mi piel y es ahí cuando siento un ápice de dolor, la doctora lo detecta en mi expresión y da por culminada su evaluación.

—Ha evolucionado muy bien con el transcurso de los días, lady Adara, sus manos han reaccionado de maravilla al tratamiento —expresa la doctora mientras lee mi historia clínica sobre la proyección que se manifiesta a través de su brazalete dorado—. Reduciremos la dosis de la posición...

—Sería justicia, esa cosa sabe horrible —protesto.

—Pues lamento que no sea vino de ferifrubules, lady Adara —dice— Las pociones no se caracterizan por tener un buen sabor y la sangre del sol no es una excepción. No todos los días se puede revivir el tejido muerto por congelación.

Opto por no protestar y me limito a observar por la ventana mientras esa palabra vaga por mi mente, congelación. El árbol de Obelarium es la mayor atracción allí afuera, el sol irradia sus destellos sobre las hojas cristalizadas, creando reflejos de varios colores que entran a raudales a través del gran ventanal que se sitúa a mi derecha. Rayos cálidos que no me han servido para calentar lo suficiente mis manos y que éstas puedan funcionar apropiadamente en el menor tiempo posible. Solo me las he apañado para no vomitar ese asqueroso menjunje al que llaman pócima, ya que es lo único que al parecer me ha ayudado a mejorar mi condición.

Quiero abandonar esta habitación, quiero escapar de este lugar, pero sé que no lo puedo hacer, dar marcha atrás no es una opción y menos cuando soy un enemigo público para seis naciones que me culpan de lo que ellos bautizaron como la Masacre Imperial, me quieren ver muerta en el menor tiempo posible, cobrar venganza de un acontecimiento en el cual no tuve nada que ver. Fui una víctima más, víctima de manipulaciones, mentiras y engaños por parte de la nobleza de Aqueser, conduciéndome de esa manera a una pesadilla disfrazada de ensueño, haciéndome creer que lo que me deparaba en la prueba sería el siguiente paso para que Adara Megalos creara su historia entre la nobleza de Midgadriel.