III

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Llevo alrededor de una media hora observando mi reflejo en el espejo, no he podido conciliar el sueño, son aproximadamente las cuatro de la madrugada y he decido colocarme el uniforme de Brandryliax, consta de una camisa de seda blanca, una corbata de rallas en diferentes tonos de azul, la gabardina es entallada al cuerpo, es del color que distingue al reino de donde provengo, una falda negra, y unos botines negros que llegan un poco más arriba de las rodillas, no creo que me acostumbre a este conjunto.

Intento aplicarme un poco de maquilla y ocultar las ojeras, pero no sé cómo hacerlo y no logro recordar como lo hacían las doncellas de la reina Clarisse, ya que llegan a mí remembranzas de lo ocurrido con Raissa durante la segunda etapa de la extracción. La brocha que estaba sosteniendo se cae de mi mano cuando presiento como una persona ha ingresado al baño, me apresuro en recoger las cosas y salir cuanto antes para que no vean la ridiculez de maquilla que reina en mi rostro.

—Por los ocho Dioses, cuándo dejarás de ser un desastre y dar lastima a los demás.

levanto la vista cuando reconozco esa voz, sus miradas desaprobatorias me siguen sacando de quicio, pero la verdad es que me alegra ver una cara conocida que no sea solo la de Lamec. Fleury se agacha y me quita el estuche de maquillaje, me señala el lavado y me apoyo sobre éste para poder sentarme.

—Sé que me detestas, pero me alegra que estés aquí.

—No te detesto, sino que me fastidia que todo el tiempo quieras lucir tan débil, algo que no es cierto luego de lo que presenciamos durante la incursión —dice, pasa por mi rostro una toalla para limpiar el desastre de mi rostro.

—¿Qué sucedió con ustedes mientras estaba luchando contra Raissa?

—No mucho la verdad, recuerdo como una de esas harpías te estaba llevando a la parte superior de la prisión de Tibanet, luego fui embestida por otra —Me aplica brillo en los labios—. A los minutos sucedió lo asombroso, un centenar de estalactitas de hielo sobresalían del techo de la prisión, y no eran unas pequeñas, era de gran tamaño, de unos veinte metros cada una.

—¿Qué dijeron los demás?

—Quedaron sin palabras —Me aplica un poco de rubor en las mejillas—. De todos modos, no hubo mucho que hablar, al instante apareció la profesora Estela con el profesor Ronak para evacuar a los sobrevivientes de los Riscos de Lenus, ellos fueron quienes te sacaron de ese infierno congelante, aún me sorprende que estés viva, el frío que hacía luego de ese ataque fue lo que ahuyento a las harpías.

—Aún me sorprende que Raissa haya sido una sinibrer, todo ese tiempo que estuvo conmigo en el castillo...

—¡No hables de eso! —Se apresura a cubrirme la boca—. No quieren que nadie sepa de eso, el tema de los sinibrers se está manejando en segundo plano.

—Y el primer plano es culparme a mí —aparto su mano—. No es justo que por ocultar la realidad se me condene a muerte para calmar la ira de los reinos.

—Yo no te culpo, Adara —termina de maquillarme—. Pero no tenemos la fuerza o la jurisdicción para derogar una orden de la corte imperial de Midgadriel, solo prepárate, entrena lo suficiente y avanza a cuartos de finales para que puedas salvar tu pescuezo.

—¿Qué pasaría si en la primera contienda me toca luchar contra ti? ¿Me dejarías ganar?

Se queda callada, algo que no es tan habitual en ella, termina de guardar las brochas de maquillaje en el portacosméticos, se adentra en las duchas y doy por terminada esta conversación al recibir como respuesta su silencio. Aunque esa pregunta se responde por sí sola, tengo que enfrentarme contra ella, si eso llega a pasar, mis probabilidades de avanzar son escasas, tanto Lamec como Fleury son los contrincantes más fuertes de la extracción, seguidos por Delu, Lloyd, Kineo y la demente de la princesa Aisha, debo entrenar y mucho.

Linaje Bastardo (N.H #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora