Gaia

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Narrador Omnisciente:

Antes de que el primer hombre respirase o tuviese sus primeros minutos de vida, los mitos ya la habían inmortalizado. Antes de la tecnología, los territorios, las guerras, las naciones. Antes de la música, la poesía, la pobreza, las enfermedades, el hambre. Antes de que existiesen los Titanes que solían gobernar el mundo, la historia ya sabía su nombre: Gaia. 

Cuando las palabras no eran todavía descubiertas y el mundo, aún no podía considerarse mundo, existía el Caos. Este se componía de Nada y Vacío. 

¿Cómo algo tan insignificante y hueco, podría dar vida a un ser tan importante? Pues justamente de donde nada se esperaba, nació ella. La primera en sustanciarse y materializarse. Fuerte, grande, creadora, poderosa y madre, sobre todo madre. 

La vida empezó a florecer a su paso. Creó ríos, arroyos, mares, montañas y llanuras. Arrasó con la soledad del mundo y lo volvió vida. El lugar que ahora se rodeaba de paisajes y hermosa vegetación verdosa, era el paraíso ideal. Pero seguía sin ser un hogar. Gaia estaba rodeada de vida y aún así, se sentía sola.

La decisión fue inmediata y sin necesidad de unión sexual, engendró a Urano, Dios del cielo celestial y toda su inmensidad. Más tarde, de las profundidades del mundo, donde se torturan a las almas condenadas, emergió Tartarus, y como si el universo pretendiese balancear sus poderes, surgió Eros:  la clara expresión del amor en su mas puro ser. Mas tarde se unió Erebus, la perpetua oscuridad. Y cerrando el ciclo a su paso, llegó Nyx, representando los claros lunares de la noche. 

De esta forma, las deidades primordiales estaban completas. El universo había ejecutado su más estricta regla, ningún ser puede existir sin su contrario. 

Con ustedes... nuestra DIOSA GAIA. 

El escenario estaba dispuesto para su llegada. Todo el público se encontraba ansioso por su aparición. Sus pasos retumban en el eco de las paredes. El club Inferno alzaba sus miradas ante la hermosa mujer. El cabello negro ondea sobre sus hombros y la mirada más peligrosa de la noche conectaba a todos en su hechizo. Su cuerpo danza ante la melodía suave que despiden los altavoces. Las bailarinas que la acompañan hacen entrada a su espalda, ninguna de ellas iguala su belleza, ella es única en su especie. Puede notarse en el ambiente la tensión que produce. Cada una de las personas del lugar tiene su propia forma de imaginarla. Unos desean su cuerpo, otros quieren descubrir su nombre, y el resto simplemente queda asombrado por sus movimientos. 

Como la fiera salvaje que es, levanta sus manos para acariciar la tela de su traje, las piedras incrustadas en él cosquillean su tacto, sus ojos buscan concentración en el público, y la encuentra justamente en unos ojos azules que no dejan de contemplarla. El dueño de dichos ojos la observa sin pudor. Para él es normal ver a mujeres hermosas, pero nunca había conocido a alguien como ella, una dama con clase, con estilo, pero con un encanto animal, que sería capaz de doblegar a la bestia más sanguinaria. Y es que para muchos, la dulzura de sus movimientos era señal de delicadeza, pero para él, era un símbolo de amor, el mismo amor que llevaba años albergando y que nunca había sido capaz de reconocer. 

El tiempo se desliza en el aire y ambos mantienen la vista fija en el otro, casi haciendo sentir vacío el lugar. Los demás invitados reconocen a la diosa que posa ante ellos en su acto final y arrasan en aplausos para alagar su talento. Antes de retirarse del escenario, la bella deidad recibe a sus pies una rosa roja con una pequeña nota escrita en ella. No se molesta en abrirla, y este gesto rebelde recibe la atención de su admirador, quien sonríe gravemente ante su irreverente comportamiento, ¿quién es la mujer capaz de resistir a sus halagos? Sin duda nuestro hombre ha quedado intrigado, pero... ¿qué hay de ella? ¿Acaso nuestra diosa es inmune a todos sus atractivos? La pregunta queda grabada en el subconsciente del apuesto caballero de ojos azules, quien, sin decir mucho, ha dejado claro que no tomará una negativa por su parte. 

Casualidad, Coincidencia y DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora