La boda y la luna de miel.
11 de junio 2022
Desperté solo en la habitación del departamento, con el sutil aroma del perfume de Alissa en el aire, abracé su almohada para tratar de conciliar el sueño, pero un pedazo de hoja me distrajo de mi plan.
Buenos días señor dormilón, espero recuerde que evento importante acontece el día de hoy. Lo veré primero en St. Patrick Cathedral, para después irnos a festejar como si no hubiera un mañana en Pier Sixty.
Recuerde que yo seré la de blanco.
Te amo con mi vida entera, Alissa próximamente Wood.
El corazón en la i de su nombre me hace sonreír y recuerdo la primera vez que lo vi, en aquella tarjeta de presentación que aún guardo en mi billetera, suspiro con pesar y me levanto de la cama para ir hacia el baño. La habitación está un poco revuelta, se nota que Ali pasó por una crisis de nervios y no sabía que empacar o dónde estaban sus cosas.
Me ducho rápidamente y reviso la hora, son las dos y la ceremonia es a las cinco de la tarde, me visto con un pants color gris y una playera blanca y salgo hacia la cocina para almorzar algo. Mi mamá estará con Ali, tengo entendido que vendrá antes de irnos hacia la iglesia para verme y darme consejos —sus palabras, no las mías—. Papá, Dave, Phillip y Andrew vendrán en media hora, si es que no se les hace tarde.
Mi celular suena en la barra de la cocina y me apuro a contestar, es Dave.
—Hola mejor amigo que está próximo a dejar de ser libre y soltero—ríe.
—Hola animal.
—Vaya, ni en el día de tu boda dejas de insultarme.
—Es lo menos que te mereces.
—¿Seguro? Gracias a mí estás llegando a este punto con Alita de pollo. No saben valorar—suspira dramáticamente—. En fin, te aviso que ya casi estamos por llegar a tu casa, espero ya estes limpio y mentalmente preparado.
—Tengo nervios—murmuro.
—Tranquilo Wood, aun falta mucho para lo que realmente importa y lo que realmente debe ponerte nervioso.
—No ayudas.
—No trato de hacerlo—carcajea—. Estamos a dos minutos de llegar, nos abres.
Termina la llamada y vuelvo a soltar un suspiro, restriego las palmas de mis manos en los pantalones para tratar de limpiarlas del sudor, mi celular vuelve a sonar, pero ahora es una videollamada de Ali.
—¡Hola mi amor! Te extraño mucho, no me dejaban hablarte.
—Hola mi vida—sonrío—. ¿Cómo estás? Yo también te extraño mucho.