Cuando Duque llegó.
3 de septiembre 2022
—Esta parece buena opción—le muestro la pantalla de mi laptop al pelinegro a mi lado.
Observa con atención los detalles de la casa que le muestro, tiene todo lo que buscamos, solo que está algo alejado de todo, de mi trabajo, del suyo, de Dave y Melanie.
—Es una buena opción—suspira y parece pensativo durante varios minutos—. ¿Qué tal si yo diseño la casa, amor?
—¿Y tendremos tiempo para la construcción y todo eso? Esto lo debimos haber planeado desde que me propusiste matrimonio—golpeó su hombro con poco enojo.
—Auch—soba la parte—. Creo que empezaremos a bajar la intensidad de tus entrenamientos, rubia, casi me dejas sin brazo.
—No seas exagerado—murmuro divertida—. ¿Entonces?
—Busquemos un terreno, tal vez es más fácil—se encoge de hombros—. Y sobre el tiempo, no te preocupes, recuerda que tengo contactos—guiña un ojo y se acerca a mí, rodea mi cintura con sus brazos, la laptop quedó olvidada a un lado de nosotros.
—No me vas a distraer, Adam Wood.
—¿Quién dice que quiero distraerte, Alissa Wood? —toma mi mano, la que tiene la alianza de nuestro amor—. Todavía no puedo creer que hayas dicho que sí, dos veces.
—Casi tres, gracias a que nos detuvieron en Las Vegas—carcajeo.
—¡Eso fue un error! Te prometo que iremos y nos casaremos, de nuevo, ahí. Lo tenemos que hacer, así sea lo último que haga.
—Estás loco—beso sus labios cortamente, no me deja alejarme, me mantiene frente a él.
—Lo estoy, y es por ti—acaricia la piel que no alcanza a cubrir mi top blanco, provocando escalofríos por todo mi cuerpo.
—¿En serio? —me separé un poco de él y lo miro fijamente, el color de sus ojos oscureció, sus pupilas se dilataron y de su boca entreabierta salían suspiros entrecortados.
—Desde que empezamos a salir por la revista y las juntas importantes—hace comillas— que hacíamos solos, me vuelves loco, estrellita.
—Te amo, Adam Wood, no me canso de repetirlo—paso mi dedo pulgar por su labio inferior.
—Y yo no me canso de escucharlo, mi vida—ataca mis labios con fuerza.
La laptop cae al otro lado del sillón cuando el pelinegro me carga como si fuera una pluma y me deja en su regazo, sus manos viajan a mi culo y se quedan ahí, masajeando con fuerza, restregando su erección en mi punto sensible. Jadeo cuando lo siento, me separo un poco de su boca y aprovecha para bajar sus besos por mi cuello, muevo mis caderas en busca de mayor fricción, mis manos están en su cabello, lo revuelvo con ímpetu, no puede ser posible lo mucho que este hombre me enciende.