Rubia brillante.
20 de mayo 2019
Vaya días de mierda he tenido, mis papás insisten tanto en que vaya a verlos y yo insisto un poco más en verlos en algún lugar que no sea la casa dónde crecí, no puedo poner un pie ahí sin que los recuerdos y la culpa me invadan.
Dave me ha explicado millones de veces que no fue mi culpa, pero yo me siento así desde que mi hermana murió.
Suspiro cansado cuando llego a mi departamento, un lugar amplio y sereno, donde me gusta estar tranquilo adelantando parte de mi trabajo. Preparo algo de cenar, camino a mi habitación para ir por el libro que estoy por terminar.
Como en silencio, revisando los correos de la empresa y los personales, muchos proyectos en puerta, los planos que envié para un centro comercial fueron reprobados, siento como un enojo me invade y se me quita el hambre, tiro a un lado de la mesa el celular y suspiro cansado. Tallo mis ojos con cuidado porque traigo los estúpidos lentes de contacto.
Me enoja mucho saber que fueron reprobados, tengo que decirle a Dave. Vuelvo a tomar mi teléfono y hago una llamada rápida, oigo los tonos de espera hasta que me contesta, hay mucho ruido en el otro lado de la línea, voces que reconozco como las de sus hermanas menores.
—¿Adam?
—Sí, animal.
—Lo siento, es un poco fuera de lo común que me hables tan tarde—el tono de su voz es sarcástico—. ¿Pasó algo?
—Los estúpidos planos por los que nos desvelamos una semana entera fueron reprobados, ¿puedes creerlo? Iba a ser de nuestras mejores construcciones y así íbamos a despegar, tú mismo lo dijiste—resoplo.
—Vaya mierda, todo el esfuerzo, desvelos y largas peleas se fueron por un tubo, no les importó nada. ¿Dieron alguna razón?
—Que era algo demasiado pretencioso ¿qué carajos querían? Era justo de lo que nos hablaron, nosotros hicimos lo que mejor que pudimos.
—De esto era lo que nos hablaban en la universidad—suspira—. La vida adulta es una mierda enorme.
—Y que lo digas—intento reír—. Te dejo, Dave. Intentaré dormir.
—A ver si así estás de buen humor en la empresa, todos los trabajadores te tienen miedo.
—Respeto—lo corrijo y rio al escucharlo maldecirme—. Normal, yo también tendría miedo de mi mal humor.
—Solo yo sé cómo aguantar tu mal genio, mi vida—me manda un beso—. Y no creo que haya otra persona en esta ciudad que lo haga, en fin, te dejo Wood. Mi mamá me está gritando y viendo muy feo.
—De acuerdo, recuerda llegar temprano al trabajo Smith.
—Siempre llegó primero que tú, imbécil.