Adam y sus torbellinos.
9 de mayo 2029
Hoy es el día de las madres. ¿Y saben quién es la mamá más preciosa de todas? Claro, Alissa Wood... no le digan a mi mamá que dije esto.
En fin, mi amada rubia se encuentra en la cocina con los mellizos, yo me encuentro en el patio cortando flores con Jared y Duque, aunque estos dos prefieren estar jugando con la pelota que ayudarme a no picarme con las espinas.
—Jar, ayúdame hijo. Pásame esa canasta que está ahí—apunto al suelo.
—Ti—arroja lejos la pelota y se agacha—. Toma papi.
—Gracias campeón.
—De nada—sonríe—. Teno hambe—hace un puchero.
—Ya iremos a almorzar, tranquilo.
—Lapido pa—pincha mi pierna.
—Ya voy Jared.
De reojo veo como hace un puchero, está un poquito acostumbrado a que siempre le decimos Jar o algún apodo cariñoso, como bebé o mi amor; él interpreta su nombre completo como un regaño y no sé cómo hacerle que deje de sentirlo así, lo que menos quiero es traumarlo.
—Ya está, vamos pequeño, tenemos que lavarnos las manos.
El rubio corre hacia las puertas corredizas que llevan hacia la cocina, Duque lo sigue, pero se detiene al entrar, sabe que sus patas están sucias de lodo y Ali pondría el grito en el cielo si lo dejo entrar. Sintiéndome un poco mal por mi mascota, palmeo su cabeza y me agacho un poco.
—Ahorita limpio tus patas, amigo. Déjame ir a felicitar a mi estrellita, ¿vale?
Duque inclina su cabeza hacia un lado y se sienta a esperar. Sonrío, camino hacia un costado, dónde están sus tazones con agua y croquetas, tenemos unas repisas muy altas con las galletas y premios para él, agarro dos y se las doy, Duque come las galletas tranquilamente mientras yo limpio mis zapatos y los dejo a la orilla de la puerta.
—Ya era hora de que entraras, pensé que te ibas a quedar a hacerle compañía a Duque—la rubia me sonríe—. Lávate las manos y ven a comer, por favor mi amor.
—Si me lo pides con esa carita tan tierna, haría lo que fuera.
—Adulador—carcajea.
Termino riendo y voy hacia el baño que está en la primera planta, Jared estaba saliendo de ahí, pero me ignora, niego varias veces; cada día confirmo que mi hijo es el próximo rey del drama.
Cuando termino, seco mis manos y voy hacia la canasta dónde están las pequeñas flores que corté para Ali, las acomodo en un ramo improvisado, doy la vuelta en el pasillo y me encuentro a mi hijo esperándome.