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—Espero que llegue sana y salva... —murmuraba el rey de Camelot dando vueltas en su habitación, con notable preocupación en su rostro.
—No sirve de nada estar así —habló la maga, quien trataba de calmarlo desde hace un rato—. Es una gran caballero, hará su trabajo a la perfección, ¿o es que acaso no confías en ella?
—¡Por supuesto que confío en ella! Es sólo que... tengo miedo de que algo malo le pase —explicó con sinceridad el pelinaranja.
—Estará bien, además de que no está sola —la azabache se cruzó de brazos, esperando que esas palabras pudieran convencerlo.
—Desearía haber podido ir con ella —después de unos segundos habló, mirando por la ventana de la habitación—. Así podría protegerla.
—Ella sabe protegerse —respondió Merlin, tratando de ocultar su poca molestia—. No siempre podrás estar con ella, lo sabes, ¿cierto?
No dijo nada después de eso, pero aún así sentía miedo de perderla, miedo a no poder protegerla. Si tan sólo él hubiera estado presente cuando le otorgaron la misión...
Después de unas horas que le parecieron años, anunciaron la llegada de los caballeros. Arthur salió de la habitación lo más rápido que pudo, para poder darles la bienvenida y agradecerles por tomar la misión.
Se había convencido a sí mismo que ella estaría bien, pero su sonrisa de alegría cayó rápidamente al verla sangrando, con un ojo vendado, y abrazando a uno de sus compañeros para no caerse.
—¡_______! —gritó su nombre y se acercó rápidamente, colocando una de sus manos en sus piernas y la otra en su cintura, cargándola como princesa.
Fue atendida por los médicos del lugar, mientras que el joven rey esperaba fuera de la habitación, sintiendo los nervios por todo su cuerpo, temblando del miedo.
Le dijeron que tenía heridas muy graves; su brazo derecho estaba roto y no podría ver con su ojo izquierdo por mucho tiempo. Merlin le aseguró que encontraría una cura, pues de alguna forma se sentía culpable.
—__-_______ —tartamudeó al verla recostada en la cama, sintiendo un nudo en su garganta.
—Arthur... —susurró, causando que sus ojos se iluminaran un poco.
Se acercó a ella, sentándose en una silla a su lado, tomando su mano izquierda, apretándola levemente.
—¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! —exclamó, no pudo contenerse más y se echó a llorar, dejando todas las lágrimas que tenía desde hace un rato.
La caballero rió, para después soltar su mano y lentamente limpiar sus lágrimas.
—No es tu culpa —le sonrió con calidez, él tomó una gran bocanada de aire, tratando de calmarse.
—Rompí mi promesa —volvió a derramar más lágrimas, sintiéndose culpable—. Te prometí que te protegería.
—No siempre podemos cumplir promesas —dijo aún sonriendo—. Pero... sé que si hubieras estado ahí, la hubieras cumplido.
—Perdón... perdón —volvió a disculparse, sin saber que hacer.
—Todo está bien —acarició su mejilla con cariño—. Merlin y los demás se encargarán de mi herida, estoy segura de que en pocos días estaré bien.
—T-Tienes razón —sonrió levemente, para que después un brillo de esperanza apareciera en sus ojos—. ¡Te cuidaré ahora! ¡Lo prometo! ¡Esta vez si cumpliré mi promesa!
La contraria rió, viendo cómo el pelinaranja se acercaba y besaba su frente con cariño, mirándola con una sonrisa.
—Confío en ti —dijo la caballero, acariciando su cabello.
—¡Te traeré lo que quieras! ¿Quieres agua, jugo, algo de comer? ¡Tú sólo pídelo y lo tendrás! —exclamó alejándose de ella.
—Una manzana estaría bien —dijo, y tan sólo terminó de decir la frase y el rey ya se encontraba fuera de la habitación.
—¡La traeré enseguida! —escuchó como corría por el pasillo. Soltó una risilla, era todo un ángel.
