╰►¿Cómo reaccionarían al saber que sientes una inseguridad de ti?
❝Elizabeth❞
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—¡¿Por qué no puedes hacer un simple trabajo bien?! ¡Eres demasiado inútil! —gracias a los acontecimientos sucedidos recientemente, la joven mucama se había vuelto algo torpe en su trabajo, lo cual no pasó de largo por uno de sus superiores, quien ahora la regañaba por no haber hecho bien una tarea—. ¿Qué te ha sucedido? ¿Acaso quieres que te despida?
Los gritos se escuchaban desde lejos, por lo que la princesa de menor edad pudo escucharlos, confundida se acercó a donde se escuchaban, encontrando a su amada mirando al suelo, con sus ropas sucias mientras que su superior le gritaba con sus manos en las caderas.
—N-No señora... —respondió avergonzada pero sin mirarle a la cara.
—¡Pues parece que sí! ¡Ahora no sabes hacer nada bien y eso me molesta! —la de cabellos largos veía la discusión desde lo lejos, escondida detrás de un pilar pues no quería que se dieran cuenta de que estaba ahí.
—L-Lo lamento mucho —se disculpó levantando un poco su mirada de arrepentimiento.
—¡Limpia este desastre ahora mismo y ven a verme después! ¡Será tu último trabajo de todos! —exclamó dando media vuelta, aún molesta.
—¿Q-Qué...? ¡No puede hacer e-eso! ¡N-Necesito este trabajo! —exclamó asustada tratando de hacer que cambiase de opinión.
—Lo siento mucho, pero no puedo seguir teniéndote de esa forma —dijo por último para después desaparecer de la vista de la joven mucama.
No sabía que hacer, se dejó caer de rodillas al suelo mientras lágrimas caían por su rostro. Estaba acabada, ahora no podría ayudar a sus padres con sus deudas, y tampoco podría ver a Elizabeth de nuevo.
—¿Te encuentras bien? —escuchó su voz, acto seguido la princesa se colocó a un lado de ella, tocando su hombro a forma de apoyo.
—No, para nada, perderé este trabajo y decepcionaré a mi familia en el proceso —explicó un tanto brusca, la ojiazul pensó que hubiera sido mejor no haberle preguntado—. Soy una inútil.
—Escucha, yo no creo que seas eso, sólo has tenido un mal día, es todo —trató de animarla—. Has hecho bien todo tu trabajo desde siempre, eres muy buena en eso, no deberías darte por vencida tan rápido.
—No tiene caso, me despedirán —negó con la cabeza—. Lo único que podía hacer bien y lo he arruinado, genial.
La princesa tragó saliva, nerviosa, tratando de encontrar una forma de poder ayudarle y darle a entender que no era una buena para nada.
—¿Por qué no trato de convencerla? —preguntó refiriéndose a su superior—. Y no sólo yo, sino mis hermanas también, pues ellas están de acuerdo de que trabajas muy bien, estoy segura de que querrán ayudarte.