CAPITULO 6: Confesiones y karaoke

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ALLISON MILLER

La sala de neonatos del hospital irradiaba una serenidad contagiosa, con sus suaves murmullos y el ocasional sonido de una risa de bebé. Alex y yo estábamos allí, perdidas en la contemplación de esas pequeñas vidas que apenas comenzaban su viaje. Era el escenario perfecto para una conversación íntima, un remanso de paz en medio del caos de nuestras propias existencias.

Alex giró hacia mí, su rostro radiante bajo la luz tenue. -Allison, cariño, no puedes simplemente dejarme colgada con un 'y luego nos besamos' y no contar todo el detalle jugoso. ¡Vamos, desembucha! ¿Cómo fue? ¿Fue como esos besos de película que hacen que te tiemblen las rodillas?-. Su entusiasmo era contagioso, y no pude evitar sonreír.

Tomé un respiro profundo, dejando que el recuerdo del beso con Adam me inundara una vez más. -Alex, fue... fue como un huracán, un choque de corrientes que no sabías que necesitabas hasta que te sumerges por completo. No era solo un beso; era una promesa, un desafío, una pregunta sin respuesta. Y ahora estoy aquí, flotando en este limbo, preguntándome si debería zambullirme en ese océano o quedarme en la orilla.

Alex se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y preocupación. "Pero, cariño, a veces en la vida tienes que zambullirte para descubrir lo maravilloso que puede ser el mar. Claro, hay corrientes y puede haber tempestades, pero también hay belleza, misterio y... ¿quién sabe? Tal vez un amor que te sostenga en la superficie."

Mi corazón latía al ritmo de sus palabras. "Pero, ¿y si me hundo, Alex? ¿Y si esas mismas corrientes me arrastran tan profundo que no puedo volver a la superficie?"

Alex tomó mi mano, un gesto simple pero lleno de fuerza. "Allison, si hay algo que sé de ti, es que eres una nadadora excepcional, en el sentido más amplio de la palabra. Has navegado por tempestades jurídicas y has salido victoriosa. Este... esto con Adam es solo otra ola en tu océano. Y, además, siempre estaré aquí para lanzarte un salvavidas si lo necesitas."

La risa burbujeó entre nosotras, y en ese momento, con el murmullo de la vida recién nacida de fondo, sentí una certeza renovada. Quizás era hora de dejar de temerle a la profundidad del océano y comenzar a explorar sus misterios.


La noche envolvía la ciudad con su manto oscuro mientras yo me encontraba sentada en la barra de un bar poco iluminado, mi mente nublada por la frustración y el alcohol. El día en el bufete había sido un desastre: clientes perdidos, una reprimenda de mi jefa, y la duda creciente sobre mi capacidad para manejar el caso de Adam y mis obligaciones regulares. Sentía cómo el peso de la incertidumbre aplastaba mi confianza.

Intenté llamar a Alex en busca de consuelo, pero su deber como médica la mantenía ocupada en la sala de partos. Colgué el teléfono, sintiéndome más sola que nunca. Sin pensar mucho, marqué el número de Adam, quien, para mi sorpresa, no tardó en llegar al bar.

-Allison, ¿estás bien? -preguntó Adam con preocupación, acercándose a mí en la barra.

-No exactamente -respondí, intentando sonreír, pero mi voz delataba mi estado de ánimo.

Adam, con esa eterna paciencia que lo caracterizaba, me sugirió que abandonáramos el lugar. Pero la noche joven y el peso de la tensión de los últimos días me habían llevado a un estado de osadía poco habitual en mí. Negué con determinación y me dirigí al escenario del karaoke, decidida a dejar que la música disipara las tormentas de mi interior.

Ahí estaba yo, frente a un micrófono que parecía ser el timón de un barco en una mar tempestuosa, cantando con una pasión desinhibida y, para ser sincera, probablemente desafinada. Desde el escenario, podía ver a Adam intentando contener la risa. Sus ojos brillaban con un brillo de diversión y algo más, algo que no podía descifrar en ese momento.

DEFENDIENDO A UN CRIMINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora