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Jackie Diore !
En cuanto Jacob se despide de mamá, me pongo de pie para comenzar a caminar hacia la puerta con ella detrás mío. Es hora de que se vaya. Su presencia sigue sin agradarme del todo.
—Gracias por darme otra oportunidad —me dice, con los ojos cargados de lágrimas. En cuanto salimos de la casa —No la merezco, pero haré lo que sea para volver a ganar su confianza.
—No lo intentes conmigo —le digo con sequedad, sus ojos se abren con sorpresa. No cree lo que estoy diciendo —A mi ya me perdiste hace años, intenta hacer las cosas bien con Jacob. El es la única razón por la cual voy a seguir hablando contigo, ¿lo entiendes, verdad?.
—Pero, Jackeline... —murmura, pero no la dejo seguir hablando.
—Jackie, es Jackie. No me digas Jackeline —le pido, ella cierra su boca —Y no era una pregunta, mamá. Si yo sigo hablandote, mirándote o lo que sea, es por Jacob. Todo lo que hago siempre es por y para el.
Ella niega con la cabeza y alza su dedo índice mientras me mira con sus ojos cargados de lágrimas.
—Tu no eres la única que hace cosas por el, Jackie —termina susurrando, y yo siento como si acabarán de tirarme un balde de agua helada encima.
—¿Quien mas hace cosas por el? ¿Tu? —le pregunto mientras suelto una risa amarga —Desde que tengo uso de razón que soy yo la que lidia con sus cosas, la que está para el en todo momento. La que lo protege. Porque tú estabas muy ocupada con tus amigas o marido. Puede que hayas hecho tu papel de madre en un principio, pero luego lo hiciste a un lado, justo como hiciste conmigo.
Su boca se abre y se cierra, y muy dentro de mi cabeza una voz me está pidiendo que me detenga. Que deje de hablar o todo será peor, pero no puedo detenerme. Necesito soltarlo todo ahora o terminaré explotando contra personas que no tienen nada que ver.
—¿Y para que? ¡Para poner a el maldito señor Diore de prioridad! ¡Cómo siempre lo hiciste! ¿Te piensas que Jacob es lo que es ahora por ti? No sabes nada de lo que le gusta, lo que hace, lo que no. Sus miedos, sus sueños, lo que tuvimos que pasar por culpa de ese infeliz. No tienes ni maldita idea de cuánto te necesitábamos en nuestra vida, mamá. No tienes ni la más mínima idea de lo que mucho que queríamos que alguien nos protegiera de el.
El dolor en mi pecho comienza a crecer y siento la típica sensación de hormigueo en mis manos. Se lo que está por pasarme, pero realmente ahora no me importa, solo quiero gritar y decirle a mi madre todo lo que no mereciamos pasar con mi hermano.
—¿El también... —pregunta, con un hilo de voz y pálida. Se a lo que se refiere, así que niego con la cabeza.
—No, porque yo era la que estaba ahí para que eso no pasase nunca. Sin embargo tú asqueroso marido siempre me amenazó con hacerle lo mismo si yo salía de casa por otras cosas que no fuera la escuela —le explicó, con un tono amargo en mi voz.
