Reth reprimió un bostezo a duras penas y miró de reojo a Chanel, que tecleaba en su móvil con el mismo aspecto de aburrido cansancio que él. Procuró que la mirada no viajase hasta el asiento de delante, pero su vista se encontró con la de Liam, que iba conduciendo el coche, en el espejo retrovisor. Y, sin necesidad de ver más que sus ojos oscuros, distinguió la burla de su chófer y mejor amigo.
Reth conoció a Liam en la universidad, ambos estaban estudiando empresariales, en su caso, forzado de forma pasiva (o eso solía decir) por su buena familia de renombre, en el de Liam, porque tenía que fingir que la beca por jugar al fútbol servía para algo más que para abrirle la puerta de las grandes ligas. Y hubiera sido así, una carrera prometedora y los ojeadores deseando ficharle en todos los equipos importantes, salvo porque su vida se truncó, a la vez que lo hacía su pierna, en uno de los partidos más importantes de su vida. Su amigo, ocho años después, aún cojeaba a veces.
Quizá, si no hubieran compartido habitación, ambos en el otro lado del país, lejos de sus casas y sin conocer a nadie más, Reth y él no se hubieran hecho amigos, el quarterback era un mujeriego, adicto a la cerveza, al fútbol y a las fiestas. Reth no era capaz de entender cómo podía mantener la buena forma y el nivel en el campo, pero Liam podía, al menos hasta ese día del que nunca hablaban. Reth, en cambio, solo quería sacar las mejores notas y hacer sentir orgullosos a sus padres que, pese a estrictos, siempre le habían querido y apoyado, rompiendo, seguramente, muchos tópicos de padres ricos y obsesionados con sus empresas.
Liam enseñó a Reth a salir, a despejarse, a divertirse y a cogerle el gusto al gimnasio. No se enorgullecía de pensar que hasta los diecinueve había sido un tirillas casi virgen (salvo por aquella única chica de la que tampoco hablaban jamás), enclenque y blanco de todas las bromas del instituto lleno (casi en su mayoría) de niños ricos al que iba. A cambio, cuando Liam perdió la beca al romperse la pierna, Reth le dio un trabajo y le pagó las cuentas médicas.
Así que era su chófer, su guardaespaldas (aunque no solía necesitarlo) y su chico para todo y, a cambio, no le faltaba de nada. Solo tenía que insinuar que quería algo, para que su jefe le mimase. ¿Un nuevo coche? ¿Un viaje por el mundo? ¿Un yate? Aquello fue más bien una broma, pero Reth no podía evitar reírse cada vez que recordaba la cara que había puesto su amigo cuando le regaló un yate para su cumpleaños un par de años atrás.
―Un par de regalos más y no tendré que volver a trabajar para ti ―le dijo con una sonrisa, tras superar el shock.
―Como si pudieras dejarme a mi suerte ―replicó Reth.
Y ambos sabían que no era un trabajo y que aquello no eran pagos. Eran amigos y disfrutaban de esa dinámica entre ellos. Cuando Reth tenía un día frustrante en el trabajo, no llamaba a su chófer, llamaba a su amigo e iban a beber. Y cuando el viejo dolor volvía (Reth nunca sabía si era en la pierna, o en el alma), Liam dejaba de responder al teléfono y acudir al trabajo. Y Reth solo le mandaba una botella de algún licor caro en manos de alguna amiga bonita, para que pasase el dolor.
―¡Joder! ―El exabrupto de su amigo le hizo mirar al frente. No perdía las formas a menudo y menos cuando llevaban... compañía.
Chanel era lo más parecido a una novia que Reth se había permitido desde el instituto. ¿La quería? Era complejo, pero salía todos los viernes a cenar con ella y luego se acostaban. Y, los sábados, aunque no se sintiera orgulloso de ello, solía salir con Liam, a acostarse con otra y sentirse menos atrapado en esa extraña relación que había entre ellos. La madre de Chanel tenía negocios con Reth y debía tenerlas contentas. Y prefería tirarse a la hija que a la madre. Casi siempre. No se sentía orgulloso tampoco de ello, pero su madre era una loba que a veces le asaltaba y, en algunas de esas ocasiones, incluso disfrutaba del juego.
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El precio del amor - *COMPLETA* ☑️
Romance¿Cuánto pagarías por pasar una noche más con la persona que te rompió el corazón para siempre? *** Todos los derechos reservados