―¡Mira esto, mamá! ―El grito de Cody hizo girarse a Joy y a Reth a la vez.
El niño corría explorando toda la mansión y había encontrado la inmensa piscina. No hacía calor para bañarse, pero la miró como si fuera lo más fascinante de su vida.
Habían pasado quince días desde lo sucedido en el hospital. Joy se había quedado con sus padres y con el niño mientras se recuperaba. Reth fue a verlos todos los días, a pasar tiempo con ellos, a asegurarse de que Joy comía... El tratamiento para el niño había empezado ese mismo día. Y tenía que ir al hospital cuatro días a la semana desde entonces, que Reth se ocupaba de poder acompañarlos, siempre.
No había discutido con Joy su decisión de dormir esos días en casa de sus padres, pero decidió que ya estaba bien un domingo y los invitó a comer.
―Ni se te ocurra acercarte al agua, Cody ―le ordenó Joy, dando un paso cargado de preocupación hacia su hijo.
―¡Oh, mamá! ―se lamentó, volviendo hasta ellos arrastrando los pies.
Se abrazó al pecho de su madre, que le acunó contra sí enseguida.
No sabían si estaba mejor, el doctor les había advertido de que el tratamiento duraba seis meses y, hasta que no pasasen, no podrían saber si estaba funcionando, pero era muy optimista.
―Exploraremos todas las opciones necesarias ―les había dicho un par de días antes en la última consulta.
Y Reth estaba dispuesto a recorrer ese camino. Se había perdido los primeros doce años de su hijo y no pensaba perderse ni un día más. Y se iba a encargar de que tuviera una vida larguísima que pudiera compartir con él. Con ellos.
Le habían contado que era su padre la semana anterior, un día que Joy le invitó a cenar con ellos y sus padres. El niño ya parecía acostumbrado a su presencia y solo le preguntó si era algo así como un superhéroe y por eso no había estado antes en su vida. Al parecer, le impresionó mucho su forma de detener a Horacio.
―Estaré a partir de ahora ―le prometió.
Y la relación entre ellos iba fluyendo poco a poco. A veces parecía que el niño aún se avergonzaba cuando trataba con él, pero iban avanzando en la buena dirección.
―¿Tienes hambre? ―le preguntó Reth, acariciando el pelo del niño, que asintió con ganas―. ¿Por qué no vas a buscar a Lidia y Liam a ver si han acabado ya de preparar la comida? Quiero hablar un momento con tu mamá.
―Vale.
No se hizo de rogar antes de volver a correr dentro de la inmensa casa. Reth tuvo que sujetar con un brazo a Joy para que no lo siguiese. No consiguió que dejase de mirarle, eso sí, mordiéndose el labio.
―Se va a perder en tu mansión ―se lamentó, dando otro paso hacia la casa.
―¿Y qué? Es segura, ya aparecerá ―bromeó―. Joy... No sé ni cómo decirte todo lo que siento lo que ha ocurrido entre nosotros, lo mal que me siento. Supongo que lo primero es devolverte esto, si aún lo quieres.
Sacó el anillo y Joy sonrió al verlo. Lo había echado de menos, se encontraba muy a menudo tocándose el dedo, como si aún lo tuviera, y solía sentir como si lo hubiera perdido. Así que extendió el dedo y dejó que él lo pusiera en su lugar de nuevo.
―Sí lo quiero, Reth. Te quiero a ti. Siempre has sido tú. Te quiero tanto que he vuelto loco a un hombre ―le dijo, con un gesto de disgusto que hizo reír a Reth.
Cuando la nariz y la mandíbula de Horacio se curasen, se iba a encargar de que acabase en la cárcel. El ataque en el hospital a su mujer y a su hijo sería suficiente para encerrarle, pero, aun así, estaba asegurándose de que investigasen bien la muerte de sus padres. No iba a librarse de ninguna manera.
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El precio del amor - *COMPLETA* ☑️
Romance¿Cuánto pagarías por pasar una noche más con la persona que te rompió el corazón para siempre? *** Todos los derechos reservados