Capítulo dieciocho

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Reth no hubiera sabido decir cuánto había bebido, entre la botella de antes, la que había lanzado a medias contra la pared en un ataque de frustración y la que empezó después y parecía extrañamente vacía.

Pero el ruido de su móvil le devolvió de golpe a la vida. No es que se sintiera menos borracho, solo que se apresuró a cogerlo para ver si era ella. No lo era. Estuvo a punto de colgar, sin embargo, el nombre de su abogado en la pantalla le hizo convencerse de que le interesaba saber qué tenía que decirle un lunes a esas horas intempestivas. Ya hacía un buen rato que debía haber pasado la cena.

―¿Qué pasa? ―preguntó descolgando, con tono borde y una voz de borracho que detectó hasta él.

―¿Estás con tu chica?

Reth sintió una puñalada en el corazón, como un cuchillo ardiente retorciéndose bajo su pecho. Apretó el móvil y le dio un trago a la botella antes de lograr responder.

―No. ¿Por qué?

―Mira, sé que le dije que no iba a contarte nada, pero esto es grave, así que, si no la tienes a mano, voy a contártelo a ti, y no como abogado, sino como amigo.

―Dímelo ―pidió Reth, con un suspiro.

Se dijo que le daba igual, pero no era verdad. Ni siquiera le dio igual cuando Horacio apareció en su puerta. Ni entonces había podido simplemente ignorarlo. Se esforzó en respirar despacio, pero el dolor no menguaba ni un poco, cada vez que cogía aire era como si le atravesasen el pecho con agujas.

―Joy me dijo que creía que su marido tenía un seguro de vida a su nombre. Esto en sí mismo no es demasiado raro, salvo porque al parecer se lo ocultó a ella... Aun así, su forma de decirlo, me escamó un poco. Así que llamé a un amigo para que revisase esa póliza, como un favor personal, sin levantar sospechas.

―¿Un seguro de vida? ―preguntó Reth, dejando la botella en paz para tratar de entender lo que su amigo le decía.

―Sí. Es antiguo, lo hizo hace unos doce años, cuando se casaron. Ni siquiera metí prisa a mi amigo, porque ya te digo que no me parecía tan raro, solo interesante. Un activo que podría entrar a discusión en caso de que el divorcio llegase a un juez.

―¿Puedes contármelo ya? He bebido un poco y no aguanto tantas vueltas.

―Perdona. El caso es que cuando ese hombre hizo el seguro de vida a Joy, hizo dos más. Para sus padres. Que murieron en un accidente de coche hace unos cuatro años. El agente que llevaba su póliza vio algo raro y paralizó el pago para investigarlo. Al parecer, el motor del coche podía haber sido manipulado, porque explotó de forma inexplicable. Estaban revisándolo aún, cuando un supervisor dio la orden de cerrar el caso y pagar la póliza. Podría no ser nada, pero este supervisor, al parecer, se largó del país hace cosa de un año, en condiciones un poco raras, justo cuando empezaron a revisar varios casos parecidos a los del marido de Joy. Reth... Creo que ese hombre mató a sus padres para cobrar el seguro y tiene otro más que generoso seguro de vida a nombre de Joy esperando.

Reth dejó de oírle del todo. Se frotó la frente. ¿Podía creerse que Horacio había matado a sus padres? El mismo Horacio que iba vendiendo a su mujer... Se puso de pie, o más bien se encontró de pie de golpe. Pensó en la misteriosa enfermedad de Joy, en su delgadez. ¿Qué no sería capaz de hacerle ese hombre por dinero?

―T-te llamo luego ―le dijo al abogado, sin ser consciente del todo de lo que decía. Aunque no le dio tiempo a colgar antes de que le hablase de nuevo.

―Reth... Están investigándole de nuevo, cuando descubrieron que ese supervisor se había pirado con un montón de sobornos, reabrieron todos los casos que cerró. Ten cuidado, un hombre acorralado es peligroso. Y si le hace daño a Joy de frente no cobrará nada, lo sabe. Para hacer algo así, hace falta algo de cerebro.

El precio del amor - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora