Joy no pudo dejar de mirar su anillo en todo el fin de semana en Venecia, que tras el primer día que visitaron la ciudad, se convirtió en un fin de semana de sexo sin salir de la habitación y haciendo que les llevasen comida constantemente. Reth tenía un problema con hacerla comer y ella no tenía ninguna queja.
El lunes tras volver de madrugada, mientras paseaba por la mansión descubriendo todas las habitaciones, planeaba la conversación que tendría con Reth cuando volviera del trabajo. No iba a retrasarlo ni un minuto más. Tan pronto como llegase lo llevaría al despacho, le sentaría en su sillón favorito, le serviría un whisky y le preguntaría a la cara por qué no quería saber nada de su hijo. Le dejaría claro que para ella era vital que tuviera algún tipo de relación con Cody. No podía obligarle a quererle de golpe, pero sí tenía que hacer el intento de alguna manera.
Temía que la echase de la casa sin mirarla más. Así que trataba de memorizar todos los recovecos de esa mansión para contárselo a su hijo antes de dormir, cuando aquello se convirtiera en un recuerdo agridulce. Vivía en una casa con una sala de proyección y no consiguió dar con ella. Era un laberinto, no tenía ni idea de cómo se encontraba Reth.
Y cuando bajó a la cocina a buscar algo para picar, había pasado la hora de la comida dando vueltas por los nervios, y de pronto tenía hambre, se encontró con el pasado de frente. No hubiera sabido si estaba más sorprendida ella o su pronto exmarido, que tiró unos cuchillos de la encimera donde estaba haciendo algo que Joy no alcanzó a ver.
―¿Qué haces aquí? ―preguntó ella.
Se le pasó por la cabeza la idea de que Reth se hubiera cansado de ella y simplemente la mandase de vuelta con su exmarido, sin mirarla más de la cuenta siquiera. Luego se dijo que Reth no era así, al menos daría la cara, ¿no? Aunque doce años atrás no lo había hecho.
―¿El divorcio, Joy? ―le preguntó, tirando los papeles que debía firmar sobre la mesa con tanta fuerza que sonó como un disparo en la cocina silenciosa―. ¿Quieres divorciarte de mí para estar con ese cabrón que te dejó tirada hace doce años?
―No. Quiero divorciarme de ti porque, en primer lugar, jamás debimos casarnos. Éramos críos, Horacio, y estaba aterrada. Tomé una mala decisión, no era tu responsabilidad y no debiste hacerte cargo. Esto no tiene que ver con Reth.
―No me digas, puta.
Tiró una revista sobre los papeles. Joy ni siquiera necesitó cogerla. Era una revista del corazón, y ella y Reth salían en la portada, dándose un beso de infarto que la hizo sonreír aunque trató de evitarlo con todas sus fuerzas. Alguien había hecho una foto a traición dentro de la gala. Ella apostaba por Chanel, pero según Reth, nunca se arriesgaría a perder su estatus. Lo habían hablado durante el viaje, cuando alguien de su oficina le había mandado las fotos y el artículo.
―Sigue sin tener que ver con él.
―Así que ya tienes tu cuento de hadas, ¿no? El niño rico, con la niña mimada.
―No tiene que ver con Reth ―insistió, poniendo los ojos en blanco.
―¿Y con Cody?
―Tampoco. Se lo diré hoy, lo hablaré con él. Si Reth no quiere a mi hijo, seguiré buscándome la vida como hasta ahora, pero es su padre, y Cody se merece que lo intente.
―Joder, Joy, eres tan estúpida... ―Horacio cogió la revista y la lanzó a un lado, furioso. Ella dio un paso atrás, por el sobresalto―. ¿Por qué tenías que presentar el divorcio ahora? ¿Por qué justo ahora?
―Porque es la segunda vez que me vendes a un hombre ―replicó, con tono mortal.
―Retíralo. Solo unos días más, por favor. Hasta que Reth me pague lo que me corresponde.
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El precio del amor - *COMPLETA* ☑️
Romance¿Cuánto pagarías por pasar una noche más con la persona que te rompió el corazón para siempre? *** Todos los derechos reservados