13: ¿Y mi ropa?

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Les voy a ser sincera, estaba arrepentida de haber aceptado la misión.

La lluvia me pegaba el cabello a la cara, mis pantalones tenían barro, y ni hablar de mis zapatillas, lo único seco en mi era mi abrigo y la ropa debajo de este. Había perdido mi ropa extra y mis pertenencias, y no podría usar magia hasta recuperarme.

Casi se me olvidaba, una Furia nos estaba persiguiendo.

Quise maldecir a todos los dioses existentes por tan mala suerte, pero sabía que probablemente me caería un rayo, y hoy no estaba de humor para convertirme en ceniza.

Así que allí estábamos, Annabeth, Percy, Grover y yo, caminando entre los bosques que hay en la orilla de Nueva Jersey. El resplandor de Nueva York teñía de amarillo el cielo a nuestras espaldas, y el hedor del Hudson nos anegaba la pituitaria.

Grover temblaba y balaba con miedo en sus enormes ojos de cabra.


—Tres Benévolas —dijo con inquietud—. Y las tres de golpe.


En verdad si era algo impresionante. Se notaba lo mucho que Hades quería fuera del camino a Percy.


—¡Vamos! Cuanto más lejos lleguemos, mejor —nos animó Annabeth.


—Nuestro dinero estaba allí dentro —le recordó Percy—. Y la comida y la ropa. Todo.


—Bueno, a lo mejor si no hubieras decidido participar en la pelea...


—Percy nos ha salvado Annabeth, sin su ayuda seguro estaríamos muertos —dije.


—Él no tiene que protegerme. Me las habría apañado.


—En rebanadas como el pan de sandwich —intervino Grover—, pero se las habría apañado.


—Cierra el hocico, niño cabra —le espetó Annabeth.


Grover baló lastimeramente.


—Latitas... —se lamentó—. He perdido mi bolsa llena de estupendas latitas para mascar.


Atravesamos chapoteando terreno fangoso, a través de horribles árboles enroscados que olían a agua estancada.

Deje que ellos se adelantaran unos cuantos metros, para así poder cubrir la retaguardia. Había sido una completa inútil en el autobús, ni siquiera había podido salir por mi propia cuenta. Un gusano, así me sentía.

No quite la vista de la retaguardia más que unos cuantos minutos, para cerciorarme que iba por buen camino y no derecho a un barranco, me sorprendí mucho cuando vi a Annabeth y Percy hablando como si la discusión de hace unos minutos no hubiera ocurrido.

Sentí una especie de incomodidad en el pecho. Al final sabía que ellos dos terminarían llevándose bien, y eso me molestaba. Una parte de mí ya estaba algo cansada de ser siempre estar en segundo lugar en comparación con un hijo de alguno de los Olímpicos.

Después de todo, ¿Qué hijo de los tres grandes querría ser amiga de la hija de una diosa menor cuando puedes ser amigo de una hija de Atenea?

Las tenía todas por perder, pero ya estaba acostumbrada.

Cursed Witch |PJO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora