19: La caja de arena más grande del mundo

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Morgana


El dios de la guerra nos esperaba en el aparcamiento del restaurante.


—Bueno, bueno —dijo—. No los han matado.


—Sabías que era una trampa —le espetó Percy. Desde que salimos del parque él había estado muy enojado, cada cierto tiempo lo encontraba viendo mi mano vendada.


Ares sonrió maliciosamente.


—Seguro que ese herrero lisiado se sorprendió al ver en la red a un par de chicos estúpidos. Vas perfecto en la tele, chico.


Percy le arrojó su escudo.


—Eres un cretino.


Junto a Annabeth y Grover contuvimos el aliento.

Ares agarró el escudo y lo hizo girar en el aire como una masa de pizza. Cambió de forma y se convirtió en un chaleco antibalas. Se lo colocó por la espalda.


—¿Ves ese camión de ahí? —Señaló un tráiler de dieciocho ruedas aparcado en la calle junto al restaurante—. Es su vehículo. Los conducirá directamente a Los Ángeles con una parada en Las Vegas.


El camión llevaba un cartel en la parte trasera, que pude leer sólo porque estaba trasera, que pude leer sólo porque estaba impreso al revés en blanco sobre negro, una buena combinación para la dislexia: « AMABILIDAD INTERNACIONAL:TRANSPORTE DE ZOOS HUMANOS. PELIGRO: ANIMALES SALVAJES VIVOS» .


—Estás de broma —dijo Percy.


Ares chasqueó los dedos. La puerta trasera del camión se abrió.


—Billete gratis. Deja de quejarte. Y aquí tienes estas cosillas por hacer el trabajo.


Sacó una mochila de nailon azul y se la lanzó. Percy la abrió y le echó un vistazo, yo me acerqué como la cotilla que soy. Contenía ropa limpia para todos, veinte dolares en metálico, una bolsa llena de dracmas de oro y una bolsa de galletas Oreo con relleno doble.


—No quiero tus cutres... —empezó Percy.


—Gracias, señor Ares —saltó Grover, dedicándole a Percy su mejor mirada de alerta roja—. Muchísimas gracias.


Entendía perfectamente a Percy, en su lugar yo tampoco hubiera aceptado nada, a pesar de que rechazar el regalo de un dios se considera un insulto. Pero los dioses sabíamos o necesitados que nos encontrábamos en ese momento, incluso yo había perdido la tarjeta que mis abuelos me dieron en caso de emergencia. Este era un caso de emergencias.

A regañadientes, Percy se echó la mochila al hombro. Podía sentir lo enojado que él estaba, pero todo se debía a la presencia de Ares. Incluso yo debía controlarme para no golpear a Annabeth por la discusión que anteriormente había tenido.

Annabeth, con su soberbia y petulancia, me recordaba a mi prima Lydia. Por esa razón no lograba tenerla frente a mi sin que a mi cabeza viniera la cara de Lydia, me hacía recordar cada uno de sus abusos e insultos. Eso provocaba que mi desagrado por Annabeth fuera imposible de pasar por alto.

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⏰ Última actualización: Aug 08, 2022 ⏰

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