Parte IV

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El día de hoy te soñé, bueno en la noche...

Sabes, pensándolo bien hace mucho que no te veo. Recuerdo la última vez que te ví, pasabas a mi lado con tu motosicleta mientras yo caminaba con mi nueva cita a altas horas de la noche.

La avenida se encontraba sola, pero esto me lo esperaba ya que no era la primera vez que me espiabas. En cambio está noche te soñé, tan radiante como siempre, con tu sonrisa iluminadora, siempre me encantó tu sonrisa; en mi sueño escuché tu voz, esa voz de locutor, esa voz tan grave de comercial, esa voz que penetraba mis oídos tan pronto llegabas a casa. Cuando me separé de ti no pase ningún tipo de duelo, pensé que no lo pasaría.

Mírame aquí 3 años despues de mi desición, con una vida hecha, con una nueva familia, soñandote, pensando si aún me recuerdas. Las miradas dedicadas, esas miradas que irradiaban lujuria y en ocasiones ternura. Tus ojos tan perfectos para mí.

Recuerdo bien como comenzó este juego sexual. Se llegó el día acordado, mi madre no se encontraba en casa y yo me encontraba de niñera de mis hermanos. Me arregle de tal manera que no me mostrará tan interesada en ti pero también que me hiciera ver atractiva. Me perfume, tomé un libro que pedí prestado en la escuela y salí a la puerta esperando por ti. Las horas pasaban, el clima cambiaba. La tarde se ponía más rojiza; pronto escuché pasos por los escalones, sabía que eras tú.

Me levanté del suelo para resivirte pero lo que vi fue más que sorprendente... Tu estabas ahí pero físicamente cambiaste demasiado, tu pecho y espalda eran más fornidos y tus brazos engrosaron, tus pantalones de mezclilla remarcaba bien tus piernas y bueno, de atrás no hablaré.

Sentía mi corazón al mil, sentía desfallecer, jamás mis ojos vieron algo tan perfecto físicamente y yo, bueno. Yo con una blusa sencilla, sandalias cerradas, jeans de mezclilla y un nudo en mi cabello.

Nos saludamos de mano y nos sentamos a platicar. Mis nervios no ayudaban en nada pero tú parecías un experto, las palabras fluían de ti tranquilamente, preguntaste mis gustos musicales, que estudiaba y cosas de lo cotidiano.

Después de un rato me tranquilice hasta que note un gesto extraño en ti, tu mirada penetrante estaba ahí, mirando hacia mis pocos pechos.

Entre plática y plática tú me tomaste del cabello y lo acariciarte en confianza mientras te acercabas más hacia mi.

Quizás sobre la tela notaste que usaba el brasier de mi madre, aquel rojo de encaje. En mi mente me parecía buena idea ya que me sentía más confiada de mi misma y motivada a hablarte pero creo que tú, tú te sentías de otra manera.

Sin darme cuenta ya estabas demasiado cerca de mi, tanto que podía sentir tu respiración sobre mi cuello.

- ¿Hay alguien en casa?

- Si, mis hermanos

-¿Solo ellos?

- Si, mi madre trabaja hasta tarde hoy así que los cuido yo.

Esos simples versos me hicieron entender por fin como se sentía ser acosada, jamás nunca en la vida e vuelto experimentar tal sensación, una como si supiera que yo era el siervo desprotegido en las colinas y tú el mayor depredador carnívoro y sanguinario.

Sentía miedo, no sabía ya cómo sentirme. La conversación fue subiendo de tono y comenzaste a hacer preguntas más fuera de lugar, como si ya había tenido mi primer beso o mi primera vez, o si me gustaba el sexo.

Quería que te fueras en ese instante, en verdad no te soportaba, me moleste contigo pero jamás nunca quería volver a verte, me hiciste sentir muy mal, quería llorar.

Para tu información yo tampoco era tan inocente, sabía mucho de todo al igual que ya lo había practicado pero no te di la suficiente información de mi ya que quería ver cuáles eran tus verdaderas intenciones.

Pregunté sobre tu familia y pronto tu actitud se amenizó. Me contaste que tu esposa y tu hijo se encontraban de viaje y que no volverían hasta dentro de una semana, que lamentablemente tenías muchos problemas con ella y que todo se volvió monótono ya que fue un matrimonio que tú no querías, solo era el compromiso del bebé.

¿Te creí? ... Si, lo hice y lo hice por qué tenía de ejemplo a mis padres, mi mente dibago muy pronto, ella me decía que era mejor terminar las cosas antes de que sufrieran más.

No los mencionaste más aún que yo preguntaba nuevamente sobre tu matrimonio, serio me pediste silencio y tus manos acariciaron mi barbilla.


- Tengo que irme, no sin antes saber que me dejaras verte de nuevo.

Asentí aunque temia por mi bien estar, ni si quiera yo sabía que era esta sensación de estar acorralada, muy dentro de mi se sentía bien, ese temor y este terror de no saber cómo serías conmigo cuando estuviésemos a solas.

Nos levantamos de nuestro lugar para poder despedirnos, entendiste tu brazo y lo resivi para un simple saludo pero me valanzaste a ti violentamente y me besaste cuál loco desesperada, no quería un beso así tan pronto, me imaginaba algo más romántico pero de lo contrario me mordiste tan fuerte que pude sentir algo de sangre sobre mi labio.

¡Eres un idiota, vete de aquí y no vuelvas más!


Te disculpaste conmigo argumentando que no sabías de dónde surgieron esos impulsos, rápidamente te fuiste de mi lado no sin antes mirarme y preguntar:


- ¿Puedo verte mañana?


Furiosa te pedí que te largaras y sin más ni más, sin obtener una respuesta favorable mía te fuiste.

Pronto entre a casa, mis hermanos no sabían por qué lloraba, me encerré en mi cuarto siendo está la primera vez que lloraba por una cita que salió ¿Mal?

Acostada sobre mi cama pensaba en esa sensación de acoso, me sentí violada con tu mirada. Si así era una simple charla contigo no imaginaba como sería llegar a tercera base.

Mi madre llegó a casa, corrí hasta ella dándole un fuerte abrazo sintiéndome protegida de aquel pánico de sentirme profanada con la mirada.

¿Te volví a ver? Claro y hasta el sol de hoy no volví a experimentar tanta excitación.

Una carta que jamás te entregaré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora