Capítulo 2

239 7 2
                                    

Me desperté en aquella casa mugrienta y miré mi reloj eran las ocho, llegaba tarde. Vivía desde siempre allí a las afueras de Valencia, con mi familia, que era la peor podría decirse, del mundo. Mi padre nos abandonó hacía años, y vivíamos mi madre, yo y mi hermana. Mi madre tenía problemas con la droga, había estado tres veces ingresada en el hospital por intoxicación, y la cosa no iba a mejor, más de una vez venía hasta arriba de drogas y otras veces de alcohol y tenía que ayudarla más de una vez a meterse a la ducha, a apartarle el pelo mientras, vomitaba en el váter etc.

Antes de ser drogadicta era prostituta, según decía ella lo dejó cuando yo nací, por lo que no sabía seguro quien era mi padre, aun así muchas de las noches traía un hombre diferente a casa, la diferencia entonces es que lo hacía por gusto, no por dinero, aunque quien sabe si de verdad lo quería o no, cuando nunca estaba consciente.

Con mi hermana la cosa no iba a mejor, tenía quince años, vestía con faldas y tops ajustados, un montón de maquillaje y siempre llevaba un cigarro en la boca. Mi relación con ella no era especialmente buena, me trataba fatal, decía que era un intruso, que no debería de estar ahí y que yo tenía la culpa de que papa se fuera. Al parecer, vio discutiendo a los dos en el salón y estaban hablando de mí, no entendía que malo podría haber hecho yo para que él se fuera, probablemente era que yo no era su hijo.

La verdad es que no tenía nada parecido con él ni con mi hermana, con la única que me parecía era con mi madre, teníamos el mismo carácter. A veces me decía que cuando yo nací, se quedó embobada mirándome a los ojos porque los tenía muy grandes como ella, aunque de distinto color, los míos eran azules y los suyos marrones, aunque era rubia como yo. Con mi padre y con mi hermana no tenía nada que ver.

Decidí al fin levantarme, tenía que ir a ese estúpido centro para jóvenes problemáticos, El valle verde, cosa irónica pues era un infierno. No era justo que tuviera que ir allí con veinte años recién cumplidos que tenía.

Mi asistente decía que me había saltado gran parte de los cursos de secundaria, y que lo mejor era que fuera. Además en ese centro nos daban clases de reeducación, además de enseñarnos trabajos sociales que teníamos que hacer más tarde los fines de semana. Era bastante horrible tener que ir ahí, pero era eso o la cárcel.

Estaba metido en esa situación debido a que había robado coches y atracado a personas por la calle, además de ser camello. No lo hacía por gusto, pero no sabía qué otra manera podía llevar dinero a casa. Aquella casa que se caía a pedazos y que estaba llena de ratas, cucarachas y a saber que más.

Fui al aseo y me peiné delante del espejo roto, si es que podía llamarse espejo. Observé la cicatriz que me había hecho años atrás, la que tenía al lado de la ceja. Fue una pelea por un malentendido de dinero que había tenido con un tío años atrás, según él le debía dinero, pero era mentira. Fui a la cocina y abrí la nevera, había tan solo medio limón un trozo de queso y una botella de agua.

Comí el trozo de queso pero lo tuve que escupir al fregadero, estaba asqueroso y tenía una parte podrida. Había una rata por ahí intentando buscar algo de comida, le tiré el queso y después me puse la chaqueta y salí de la cocina.

Entré al salón y pude ver como mi hermana entraba con los tacones en la mano y el rímel corrido a casa. Mi madre le pegaría si le pillaba. Por supuesto no quería que cometiese los mismos errores que ella.

— ¿De dónde vienes? —dije yo.

— A ti que te importa.

— ¡Eh! —dije yo cogiéndole del brazo— ¿Quieres que se lo diga a mamá? —entonces ella hizo un brusco movimiento para soltarse y me escupió en la cara. Después se encerró en la habitación. Fui detrás de ella y abrí la puerta de su habitación.

BYAN © (Ayla#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora