Capítulo 4: Ayla

265 8 12
                                    

A la mañana siguiente de mi graduación, no había dormido absolutamente nada. Llegamos tarde a casa, nos fuimos de fiesta sin ganas, solo por la insistencia de Marta. Marta se pasó la noche bailando, bebiendo y riéndose con los demás compañeros mientras nosotros nos sentábamos tomando alguna copa y pensando en que era lo que Cysa nos iba a contar.

Eric se pasó la noche diciéndome que no sería nada grave, pero yo no lo creía así, intentaba animarme y sacarme a bailar, pero no podía, no sabiendo que había una amenaza ahí fuera. Si Amaia estaba muerta— ¿Qué era ahora de la asociación? ¿Seguía existiendo? ¿Qué querían de nosotros?

Cuando llegué a casa se me hizo imposible dormir, sentía como si los cuatros años que habían pasado solo fueran producto de mi imaginación. Como si esos años hubieran sido un bonito sueño del que acababa de despertar y ahora estaba de vuelta en la pesadilla. Me levanté esa mañana pronto para hacer la comida mientras Eric preparaba todo lo necesario para el viaje.

Estaba cocinando una tortilla pero apenas me centraba en lo que estaba haciendo. Estaba tan preocupada que no me di cuenta hasta un tiempo de que estaba haciendo la tortilla con azúcar. Miré el bote que era igual que el de la sal.

— ¡Joder! —exclamé. Apagué el fuego y estampé la sartén con la tortilla en el fregadero. Puse mis manos en la encimera, cerré los ojos y respiré hondo esforzándome por no echarme a llorar.

Estaba tan ensimismada en mis pensamientos que no me di cuenta de la presencia de Eric hasta que me puso una mano en la cintura. Reaccioné rápido, cogí el cuchillo de cocina y me giré poniéndole el cuchillo en el cuello.

— Tranquila —dijo alarmado— soy yo.

Volví a dejar el cuchillo y una lágrima se escapó de uno de mis ojos. Eric se acercó a mí, limpiándome la lágrima con el dedo y me miró a los ojos.

—No va a pasarte nada, ¿entiendes?

— Lo sé —dije nada convencida. Entonces el me abrazó y puse mi cabeza en su hombro. Por supuesto que me preocupaba que me pasara algo, no sabía que me podían hacer peor de lo que me habían hecho.

Me habían perseguido, manipulado, maltratado de mil formas diferentes hasta que solo quedó de mí inmundicia humana, habían matado a varios de mis amigos y lo peor de todo me habían convertido en algo que no era y había matado a personas— ¿Qué era peor que eso? —Eric me soltó y me hizo una sonrisa intentando calmarme.

Él hacía todo lo posible para que yo no me sintiera mal, intentaba de todas las formas posibles animarme. Ocultaba su propio miedo, lo notaba, y por eso lo quería tanto. Él había sufrido de igual manera que yo, había perdido a su hermano y lo que es peor, había visto cómo sus padres morían delante de sus ojos cuando era un niño pequeño. Él pánico que debía de estar sintiendo debía de ser aterrador. Y sin embargo su único objetivo era intentar calmarme.

— Lo siento —dije.

— ¿Por qué?

— Por comportarme así como una niña asustada, esto debe de afectarte de la misma forma que a mí y...

— Eh —dijo interrumpiéndome— No puedes resistirte Ayla, es normal, pero todo va a salir bien— lo dijo con una sonrisa en la cara pero la preocupación estaba en sus ojos, lo percibía porque le salían unas arrugas en la frente que siempre tenía cuando intentaba forzar la sonrisa, pero su ojos mentían.

— Está bien.

— Ya está todo preparado, sube al coche yo prepararé los bocadillos.

— Vale —dije. Hice lo que me dijo y después de prepararme, entré en el ascensor. Apreté el botón y el ascensor empezó a bajar. Comenzó a sonar una música que siempre me disgustaba. Miré a los botones y vi cómo se encendía uno tras de otro cada vez que llegaba a un piso. Se paró en una planta y una mujer con una gabardina beige, un sobrero y unas gafas de sol entró. El ascensor continuó bajando, unos cuantos pisos más. La música seguía sonando y tenía ganas de taparme los oídos.

BYAN © (Ayla#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora