Capítulo 3

211 6 0
                                    

.

Decidí volver por un camino distinto. No quería volver a casa. La situación allí cada día era un caos. Se supone que tenía que hacerme cargo de mi hermana pero lo único que conseguía es que se alejara más de mí, que me repudiara.

Aunque antes no era así, antes de que mi padre se fuera nos llevábamos bien nos ayudábamos el uno al otro a aguantar lo que nos había tocado vivir pero ahora todo era diferente. Se supone que estaba saliendo con un chico, que era un chaval de estos forrados que se podían permitir de todo, hasta regalarle un móvil de última generación a su novia.

Hubo un juicio, hace un año cuando mi madre la ingresaron por segunda vez en el hospital. Dijeron que no estaba capacitada para cuidar de una adolescente y que la darían en adopción, no tuve más remedio que hacerme "cargo" de ella. Pero ahora veía que había sido un error, la quería mucho, era mi hermana, haber aceptado que se la llevaran puede que hubiera sido mejor para ella, o puede que no, quien sabe.

Lo único que sabía de ella es que venía por la mañana y se volvía por la noche sin saber que hacía durante esas horas. Tenía que pararlo pero no sabía cómo ¿Cómo poder controlar a una adolescente de quince años? ¿Cómo hacerlo sino podía controlar mi propia vida?

No era justo, mi vida no era justa. Desde mi nacimiento había sido un desastre: hijo de una prostituta/ drogadicta y de un hombre cuya existencia estaba aún por definir. Puede que mi padre estuviera vivo, puede que en verdad fuera ese hombre que nos abandonó. O puede que fuera un rico que decidió pasar una buena noche sin más y no supiera de mi existencia. Bueno, supongo que tenía que apechugar con lo que tenía, mi vida era como era y ya está.

Continué caminando y comenzó a llover, así que me puse la capucha, iba caminando pisando charcos no importándome que los pies acabaran empapados de agua. Había cosas más alarmantes en mi vida que llevar los pies mojados.

Hacía seis meses que había dejado de vender droga, seis meses que no robaba, seis meses sin conflictos pero recluido en un instituto de jóvenes problemáticos. Todo iría bien mientras me mantuviera así, hasta que cumpliera los veintiuno. Si no lo respetaba, si me saltaba clases o volvía a meterme en líos podrían meterme a la cárcel, ese era el trato.

Mientras tanto por las tardes trabajaba de camarero en un bar. No se pagaba muy bien pero al menos salía del paso. Decidí comprar algo de comida antes de llegar a casa, ya que la despensa estaba vacía. Mucha gente me miraba extrañado cuando compraba con monedas y billetes, casi nadie lo usaba ya. La mayoría de la gente usaba su teléfono móvil, ahora prácticamente todo se hacía con el móvil.

Podías saber prácticamente todo de una persona si tenías su móvil, por eso yo no tenía aunque también era por falta de dinero. Los que no usaban el móvil para pagar lo hacían con el pulgar, con la huella dactilar, con solo poner un dedo se transmitía una transfusión en el banco de una cuenta a otra, como si fuera magia. Pero el pulgar también tenían sus consecuencias, cualquier dependiente podría ver tus delitos anteriores al instante, y yo tenía bastantes, si descubrían todo lo que había hecho no me dejarían comprar nada. Salí de la tienda con dos bolsas cargadas de comida y me fui a casa.

Cuando llegué no había nadie allí, ni si quiera mi hermana durmiendo en su habitación cosa que me extrañó aunque no habría manera de localizarla.

Decidí meter una pizza en el microondas, si microondas, esa cosa vieja que se usaba antiguamente para calentar comida. Era tan viejo que creía que un día iba a explotar. Me senté en la mesa del comedor, también entrada de la casa y me puse a comer la pizza. Apenas tenía media hora para comer y marcharme a trabajar hasta las dos o las tres de la mañana que volvía.

BYAN © (Ayla#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora