02

607 70 35
                                    

Los días pasaban, y Camilo no podía olvidarse del breve encuentro que había tenido con el, como lo llamaba al no ser capaz de preguntar su nombre por vergüenza, hombre de sus sueños.

Él era quien molestaba continuamente a su hermana mayor cada vez que hablaba de su novio, Mariano. No podía darle el beneficio de ser ella quien ahora se burlaba de él, por lo que prefirió no mencionar al chico en ninguna ocasión, para evitar ser humillado por sus propios gestos.

De vez en cuando se encerraba en su habitación y se sentaba frente a un espejo, cambiando de forma para verse como el muchacho y así fingir tener una conversación con él, cubriéndose el rostro cuando decía algo que sonaba muy estúpido y riéndose de sus propios chistes malos.

¿Acaso nunca iba a volver a verlo? Sólo habían pasado un par de días, pero no tenía tanta paciencia. Tenía que estar frente a él una vez más, preguntarle su nombre, el cual estaba seguro de que era uno hermoso.

Al despertar una mañana, observó la pequeña flor en su mesita de luz, cuyo tamaño se iba haciendo más pequeño al marchitarse. Quizá Isabela podría hacerla ver más bonita de nuevo, y la guardaría entre las hojas de algún cuaderno para conservarla.

Se había vuelto completamente cursi por alguien a quien había visto nada más que un par de minutos.

Entonces se decidió: si el chico no iba a él, él iría al chico.

Se levantó animado y casi no pudo ocultar su ansiedad mientras desayunaba, levantó los platos una vez todos terminaron y ayudó en algunas otras cosas, así no lo interrumpirían mientras ejecutaba su plan.

Antonio se encontraba en su cuarto, donde pasaba la mayor parte del tiempo sin que nadie pudiera decirle nada, ya que tenía al menos dos hectáreas de selva ahí dentro.

Camilo tocó la puerta un par de veces, pero al no recibir respuesta decidió entrar.

"¿Antonio?" Llamó, viendo alrededor. Realmente era una habitación hermosa, por lo que a veces sentía algo de envidia. "Hermanito, ¡mi hermanito preferido! ¿Dónde estás?"

"¡Ahí voy!" Gritó el menor, desde un lugar que Camilo no pudo identificar hasta que se acercó sentado sobre un jaguar que corría a toda velocidad.

El niño creía que el felino era una especie de poni, o el jaguar se sentía como tal. Pero a ninguno parecía importarle demasiado el hecho de que no era muy normal andar montado a un animal como ese por todo el pueblo.

"¿Qué sucede?" Le habló a su hermano mayor una vez estuvo frente a él.

"Nada importante, solo quería hablarte un momento," repasó rápidamente lo que diría porque, a pesar de que Antonio fuera mucho más pequeño que él, no era tonto. Tenía que ser convincente. "Me preguntaba si querías que te llevara a jugar con... Lucía, sí. Lucía."

"No, gracias," negó tranquilamente el más joven, usando una ramita para rascarle la espalda al jaguar.

Aquella respuesta sorprendió a Camilo, quien permaneció en su lugar por unos segundos, pensando en qué otra cosa decir.

"Pero ¿no es tu amiga? Creí que eran amigos, y hace mucho no juegas con ella, seguro está triste y te extraña. Vamos, te llevaré con ella."

"Apenas nos vimos hace un par de días," frunció el ceño, viendo raro a su hermano, mientras el jaguar hacía lo mismo.

Camilo miró al animal, temiendo que en cualquier momento saltara sobre él y le arrancara cada uno de sus adorados rizos.

"Bueno, es que..." ¿Cómo era posible que le fuera más sencillo manipular a un adulto que a un chiquillo de cinco años? "Dolores escuchó a Lucía decir que tenía muchas ganas de jugar contigo, y creí que te interesaría saber eso..."

SUNFLOWER, VOL. 6 ─ camilo madrigal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora