Mateo estaba sentado en el escritorio frente a la ventana de su dormitorio, apoyando la mejilla sobre su puño mientras leía, de lo contrario las probabilidades de que terminara con el rostro aplastado contra el libro eran altas.
Sus padres no lo dejarían salir ese día, al menos una vez a la semana debía quedarse en casa y hacer algo más productivo que solo salir a corretear como un animal en el bosque junto al Madrigal del que se había vuelto inseparable.
Pasaba todos los días posibles con Camilo desde que se habían conocido, era sin dudas su persona favorita y esperaba ser la suya también. Solía estar bien leyendo un libro cualquiera sin compañía, pero luego de acostumbrarse a divertirse con el de rizos ya no pudo volver a la rutina habitual.
Una sonrisa surgió en sus labios al pensar en él, releía la misma oración una y otra vez, sin poder ni querer concentrarse en lo que decía. Solamente visualizaba sus ojos avellana, su enorme y suave cabello que le recordaba a una oveja cada vez que se fijaba en él, su incapacidad de quedarse quieto por más de siete minutos...
"¡Ah!" Se quejó.
Mientras su mente divagaba, su cabeza chocó contra un papel enrollado ─más bien al revés─, asustándolo de tal manera que pudo sentir su alma abandonando su cuerpo por un momento.
Tomó el papel y se levantó de la silla, mirando hacia fuera de la ventana para averiguar quién lo había lanzado hasta allá, aunque la respuesta era obvia.
Dos metros y medio abajo, pudo ver al chico en el que estaba pensando segundos atrás, seguramente invocado por la telepatía que les gustaba creer que tenían.
Camilo sacudió su mano en el aire, sonriéndole ampliamente. Alzó las cejas y señaló la nota, indicándole que la leyera.
"Rapunzel, deja caer tu cabello," leyó en voz baja, escupiendo y cubriéndose la boca con una mano para que sus padres no escucharan la estruendosa carcajada que quería salir. "No puedo ir, Cam," habló despacio haciendo señas con las manos para que pudiera entenderle a la distancia.
"Sí puedes," susurró, sonriendo antes de transformarse en una chica. "¿Cómo podrían decirle que no a este rostro?"
Mateo suspiró con una sonrisa ladina, negando con la cabeza brevemente. Camilo era muy listo, tenía que admitirlo. Tenía razón en que sus padres no impedirían una cita con Clara, la joven con la que seguramente ya le habían planeado toda una vida.
"Sólo un minuto," le guiñó el ojo Camilo, que de haber estado en su figura original le hubiera hecho sentir un cosquilleo a su amigo.
Tocó la puerta de la casa, caminando elegantemente e incluso pestañeando como Clara lo haría. Mateo se preguntó cómo era que podía imitarla tan a la perfección habiendo estado con ella nada más que en un par de ocasiones, tal vez era simplemente parte de su don y su amor por el teatro.
"¡Clara! Qué agradable verte por aquí," habló su padre.
"Igual me alegra verlo," respondió, sorprendiendo al chico que veía todo desde su habitación. "Me preguntaba si su hijo estaba en casa, es un hermoso día, ¿no lo cree?"
"Ah, sí, hermoso día. Mateo está en su cuarto, pero..." Pensó por un momento, rascándose la nuca. "Enseguida lo llamo."
"Muchas gracias" sonrió, esperando a que el señor Díaz cerrara la puerta antes de mirar hacia arriba y sonreírle triunfante a Mateo, quien sonrió de vuelta para después fingir estar completamente concentrado en su lectura.
"Oye, Mateo," habló su papá. "Clara está abajo, quiere salir contigo. No la hagas esperar."
"De acuerdo."
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SUNFLOWER, VOL. 6 ─ camilo madrigal.
Fiksi Penggemardonde camilo se enamora a primera vista de un chico en el que nunca había puesto su atención, sin poder dejar de pensar en él ni por un minuto. " sunflower, my eyes, want you more than a melody. let me inside, wish i could get to know you. " ꒰ �...