Nueve|Celos

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YELENA

Me despierto temprano y suspiro profundamente al ver que él ya no está. Me siento sobre la cama, su ropa está en el suelo de mi habitación, la puerta de en medio está abierta pero no hay rastros de Megumi.

Me levanto lo mas rápido que puedo, me doy una ducha y siento como caminar es un pequeño problema hoy. Mi cadera duele, pero no puedo evitar sonrojarme como estúpida al recordar que anoche dormí entre sus brazos. Solo para caer en cuenta que hoy era el día, hoy me tratarían como si fuera un objeto al que podían darles el uso que ellos quisieran.

Me tranquiliza pensar en las palabras de Megumi, él dijo que estaría conmigo, que ya nunca estaría sola. ¿Entonces donde está?

Lo busco por las habitaciones, en el comedor, en su oficina, en el dojo, pero no está. Entonces me dirijo a un lugar que no había revisado, caminando silenciosamente hasta el lugar que él había preparado solo para mi.

La voz de Tsumiki se hace presente, pero no es la única voz femenina que escucho.

—¡La casa es enorme! —soltó esa chica desconocida, mientras me quedo parada junto a la puerta sin que ellas me vean—. Sigo arrepintiéndome de haber roto con tu hermano.

—¡No empieces! —le responde Tsumiki—. Eso ya pasó hace mucho tiempo...

—Estoy segura de que Megumi aún no puede olvidar que fui yo quien se adueñó de su primer beso...

—¡Ya olvídalo, Megumi es un hombre casado! —insiste mi hermosa y adorable cuñada.

—¡Pero si hace unos meses nos juntamos y nos besamos intensamente! —soltó sin vergüenza la desconocida.

No entiendo por que siento tanto enojo, unas ganas enormes de llorar, de huir.

—¡Vas a tener que guardarte tus detalles! —le advierte Tsumiki—. No le causes problemas a Megumi, tampoco quiero que hagas sentir mal a Yelena mientras estés aquí, ella es una chica increíble.

—Está bien... —murmura la chica a regañadientes. Pero entonces se mete con lo mas preciado que una amante de la lectura puede tener—. ¡¿Y esta sección de romance?!

Aleja tus garras de mis libros, amiga. Si los tocas no perdono.

Decido marcar territorio, la mujer ya me está colmando la paciencia. La señora de esta casa soy yo, mis libros solo los puedo tocar yo. Tal vez Megumi, y puedo permitírselo a Tsumiki, pero principalmente yo...

—Buen día —interrumpo simulando no haber escuchado nada.

—¡Yelena! —sonríe Tsumiki—. Es un gusto verte, ¿como estás?

—Tengo un dolor de cadera imposible —digo mientras me doy palmaditas en el hombro internamente—. Megumi puede ser muy rudo cuando...

Tsumiki se sonroja, la chica abre sus ojos como platos y yo muerdo mi labio inferior sumamente complacida.

—Perdón... No me había fijado que había una invitada. Soy Yelena Fushiguro, es un gusto.

—Ella es Jin, una amiga mía...

—Y de Megumi —agrega la chica mirándome de pies a cabeza.

—Espero te guste nuestra casa, venía por algo de la biblioteca. No quiero presumir, pero Megumi mandó a construir toda una nueva sección solo para mi —me volteé para tomar un libro de la repisa, ni siquiera me fijé en cual, solo tomé el primero que mis dedos tocaron cuando la voz del aludido hizo eco en mis tímpanos.

—Yelena, estabas aquí... —tan asertivo para aparecer, mi esposo es excepcional—. Te estaba buscando... —su mirada se dirige a las otras dos personas en la habitación—.Ah, hola Jin. Tsumiki, por favor que nadie nos moleste, tenemos algo importante que hacer...

Sombras en el paraíso; Megumi Fushiguro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora