El polvo se metía en sus zapatos y se asentaba en su vestido de encaje mientras Karma se dirigía al mercado en búsqueda de frutas y medicina para su madre.
Odiaba realizar el recorrido, ya que por el camino se encontraba con esclavos transportando mercaderías que les habían pertenecido a ellos antes de que los españoles hubieran conquistado sus tierras. Sabía que no era culpa suya, pero se sentía como una intrusa en aquellas tierras.
Karma prefería pasar el tiempo encerrada en casa con los libros que su padre le había traído de La Rioja. Después de terminar cada historia, las volvía a leer para mantener vivo su recuerdo. Con cada día que pasaba, su ausencia se volvía más angustiante. Cada vez que se ponía a pensar en él, se le hacía un nudo en el estómago, pues sabía que no lo volvería a ver nunca más.
Lo único bueno de visitar el mercado era que podía pasar por la tienda de Joaquín, a quien su madre desaprobaba como compañía de su hija por el simple hecho de ser mestizo. Como si eso hiciera alguna diferencia para Karma. Aquel chico era el único que lograba derretirla con tan solo una sonrisa.
Se dirigía hacia el puesto de frutas de Joaquín cuando su vecina, Celsa, la estiró del brazo y casi la tira al suelo.
—Karma, tu madre te necesita con urgencia en casa. Por si no lo has notado, se encuentra en muy mal estado y requiere que la atiendan de inmediato.
Disgustada, Karma la miró mientras se tragaba una respuesta no muy amable que tentaba por escapase de sus labios. En vez de actuar como sus impulsos se lo pedían, se mordió la lengua y respondió con sequedad.
—Vine a conseguir algunas medicinas, pero ya regreso.
Sin darle tiempo de responder a la mujer, se dirigió a casa con prontitud. Al menor ruido que hizo con su llegada, su madre empezó con sus quejidos pidiendo ser atendida.
Ahí estaba de nuevo, la habitual demanda de su madre pidiendo por ayuda a gritos desde la cama. La llamaba una y otra vez hasta que no tenía más opción que aparecer en su habitación. Siempre hacía todo lo posible para evitar ver a su madre. Buscaba cualquier excusa para no estar en casa, así no tendría que verla en su estado enfermizo todo el tiempo.
Desde que su padre murió de forma desconocida en uno de sus viajes por el mar, la enfermedad de su madre empeoró drásticamente. Ahora lucía como un saco de piel y huesos, y como el médico de la ciudad no tenía un diagnóstico certero del problema, no eran capaces de seguir un tratamiento efectivo. Ese factor reducía las esperanzas de que se valiera por si misma de nuevo.
Ni siquiera recordó guardar luto por su padre o llorar su perdida. Pues en ese mismo momento, tuvo que encargarse de su madre a tiempo completo, dejando a un lado sus estudios y tiempo libre.
Sabía que era egoísta, pero no podía evitar imaginarse como sería su vida si nunca se hubieran mudado de España. Había dejado atrás amigos y diecisiete años de recuerdos. En su situación actual, sabía que volver a casa no era una opción. Tan solo se trataba de un sueño perdido.
—Mamá, volviste a ensuciar toda la cama, ¡que asco! —le gritó a su madre, hecha una furia.
—Lo siento mucho Karma —respondió su madre apenada—. He estado llamándote para que me ayudes, pero no pude aguantar por más tiempo. Lo siento mucho, hija.
—Mejor no hables más y hazte a un lado, voy a tener que limpiar todo este desastre, como siempre —la apartó, dándole un brusco empujón.
Trató de limpiar aquel desastre lo más rápido posible para largarse de allí. No podía estar más tiempo en casa, pues aún no se acostumbraba al peso de su nueva responsabilidad.
Si su padre aún estuviera con ellas, la situación sería más llevadera. Pero desde que lo habían perdido, las cosas habían sido muy duras para ambas. Tuvieron que cambiar por completo su estilo de vida y ajustarlo al reducido presupuesto con el que contaban. Pero ni siquiera con eso bastaba, así que empezó a trabajar con la señora Juana de Lara. Su empleadora era buena con ella, pero un poco arrogante para su gusto. Aun así, se había tomado el tiempo para enseñarle habilidades que nunca habría aprendido al quedarse todo el día en casa.
En la primera fase de la enfermedad, su madre aún estaba de pie y aparte de algunos mareos, se movilizaba sin problema. Sin embargo, en la actualidad no podía levantarse de la cama, por lo que dependía por completo de Karma.
Lo peor de todo era que lo médicos no habían sido capaces de descubrir lo que sucedía con ella. Lo único de lo que estaban seguras, era de que la enfermedad iba deteriorando su organismo sin esperanzas de mejoría.
Karma solo esperaba que en algún punto las cosas mejoraran y volvieran a ser igual que en su niñez. Estaba consciente de que no volvería a ver a su padre y tal vez su madre nunca se recuperaría. Pero deseaba más que nunca volver a aquellos días en que era feliz, cuando el sol brillaba de un color diferente, más cálido y luminoso. Tal vez ese sueño no fuera una idea tan descabellada después de todo.
ESTÁS LEYENDO
Lágrimas de Cristal
AdventureDespués de la muerte de sus padres, Karma es reclutada para una misión con el fin de salvar a un planeta agonizante. A la edad de 18 años, es dotada de inmortalidad por parte de un ser desconocido. Tendrá que enfrentarse a diversos enemigos a través...