Capítulo 8

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A la mañana siguiente, Karma y Mariángeles intentaron idear un plan para investigar la habitación en dónde la figura misteriosa había ingresado la noche anterior. Durante el día, no había forma de que se muevan sin ser vistas. Tendría que hacer una salida nocturna, cuando todas se encontraran dormidas. Además, la mayoría de las monjas eran de edad avanzada y tenían el sueño ligero, lo que complicaba aún más la misión.

—Karma, siento mucho tener que abrumarte con todo esto. Si pudiera lidiar con el problema por mi cuenta, jamás te pediría que te arriesgues tanto. Pero ya que estás aquí, haré lo posible para aligerarte el trabajo, cuenta conmigo.

—No te preocupes, vine a este lugar para ayudar y no voy a rendirme hasta acabar con la amenaza que nos asecha. Al principio, tuve mis dudas, porque esta es mi primera misión. Pero gracias a ti, me siento más tranquila.

—Cuando Genesys te recomendó, creí que enviaría a alguien mayor. Pero al verte cruzar la puerta, me imaginé que serías nueva. Para ser tu primera misión, te asignaron un caso difícil. Pero daré lo mejor de mí para que no termines abandonándonos, porque la verdad es que te necesito.

—Mari, no pienso abandonarte. Quédate tranquila, no iré a ningún lado.

Karma se preguntaba si podría seguir con la misión de no ser por Genesys. Estar obligada a quedarse, de alguna forma le había dado un poco de coraje para afrontar lo que se venía. Además, Mariángeles había sido una compañera confiable en quien podía apoyarse, cuando su futuro se sentía tan incierto. Pero no podía evitar preguntarse qué haría si Genesys le devolviera su libertad en ese instante. Lo más probable es que tomaría la decisión de huir.

Después de romperse la cabeza todo el día pensando en una solución, a Mariángeles se le ocurrió usar sus conocimientos de herbolaria para dormir a todas las hermanas y poder trabajar tranquilas durante la hora del sueño.

Cada noche después de la cena se servía el té y Mariángeles se ofreció para encargarse de la preparación. Mezclaría valeriana junto con otras especias, que servirían como un somnífero. Esperaba que las medidas que tenía en mente fueran suficientes.

—¿En dónde aprendiste a hacer este tipo de mezclas?

—Mi abuela me enseñó todo lo que sé. Teníamos un puesto en dónde vendíamos hierbas y especias. En casa éramos solo la abuela y yo. Al pasar todo el día con ella, adquirí la mayor parte de mis conocimientos al observarla.

—Tu abuela parece ser una persona muy sabia.

—Lo era... y muy divertida también. Pero falleció hace unos años. Fue cuando decidí mudarme aquí. Ella siempre había querido que me convirtiera en monja. Aunque no estaba en mis planes, tomar esta decisión me hizo sentirme más cerca de ella.

Karma comenzaba a entenderla mejor. Al principio, sintió que Mariángeles no encajaba con el resto. En una ocasión, hasta fantaseó con la idea de que la chica podría ser el enemigo. Pero lo que le había revelado explicaba mejor su actitud relajada, que en comparación al resto de las hermanas mayores, destacaba como una llama en la oscuridad.

Mientras preparaban el almuerzo, consiguieron las copias de las llaves que se guardaban en la cocina. En ese manojo se encontraba la clave para acercarse un paso más a la verdad.

Tal y cómo predijeron, todas las monjas tomaron el té después de la cena. A excepción de la madre superiora, quien al parecer seguía mal de salud. Después de terminar con la limpieza del comedor, la hermana Encarnación se encargó de llevarle el té a la madre superiora y así lograron que todas bebieran de la infusión.

Lágrimas de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora